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El Hereje.pdf - Biblioteca Digital de Cuba

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“Pensaban ir juntos”, dijo la voz. Cipriano no dudó que habían sido<br />

<strong>de</strong>scubiertos, que alguien los había <strong>de</strong>latado.<br />

Esperaba crispado el aldabonazo pero éste no se produjo. Se oyó, en<br />

cambio, otra palabra, “mercenarios”, al pie <strong>de</strong> la casa. Luego ruido<br />

<strong>de</strong> pasos y <strong>de</strong> conversaciones entrecruzadas otra vez. Los rostros <strong>de</strong><br />

los reunidos habían empali<strong>de</strong>cido y el temor asomaba a sus ojos.<br />

Pero, poco a poco, a medida que los pasos y las voces empezaban a<br />

alejarse, iba volviéndoles el color, excepto al Doctor que mostraba<br />

una livi<strong>de</strong>z transparente, vidriosa. <strong>El</strong> grupo seguía alejándose y, una<br />

vez que las voces se convirtieron en un rumor, el Doctor liberó la luz<br />

<strong>de</strong> la vela y doña Leonor, serena en todo momento, tomó el libro y<br />

dijo simplemente:<br />

”continuamos”. Y reanudó la lectura:<br />

... <strong>de</strong>l otro hizo un freno para su caballo —repitió—; y ahora hay<br />

uno en Roma, y otro en Milán, y otro en Colonia, y otro en París, y<br />

otro en León, y otros infinitos (volvieron las risas más animadas).<br />

Pues <strong>de</strong>l palo <strong>de</strong> la Cruz dígoos <strong>de</strong> verdad que si todo lo que dicen<br />

que hay <strong>de</strong>lla fuese cierto, bastaría para cargar <strong>de</strong> leña una carreta.<br />

Dientes que mudaba Nuestro Señor cuando era niño pasan <strong>de</strong><br />

quinientos los que hoy se muestran solamente en Francia.<br />

Pues leche <strong>de</strong> Nuestra Señora, cabellos <strong>de</strong> la Magdalena, muelas <strong>de</strong><br />

sant Cristóbal, no tienen cuento. Y más allá <strong>de</strong> la incertidumbre que<br />

en esto hay, es una vergüenza muy gran<strong>de</strong> ver lo que en algunas<br />

partes dan a enten<strong>de</strong>r a la gente. <strong>El</strong> otro día, en un monasterio muy<br />

antiguo, me mostraron las tablas <strong>de</strong> las reliquias que tenían y vi<br />

entre otras cosas que <strong>de</strong>cía:<br />

|Un pedazo <strong>de</strong>l torrente <strong>de</strong> Cedrón|. Pregunté si era <strong>de</strong>l agua o <strong>de</strong><br />

las piedras <strong>de</strong> aquel arroyo y dijéronme que no me burlara <strong>de</strong> las<br />

reliquias. Había otro capítulo que <strong>de</strong>cía: |De la tierra don<strong>de</strong><br />

apareció el ángel a los pastores|. Y no les osé preguntar qué<br />

entendían por aquello.<br />

Si os quisiera <strong>de</strong>cir otras cosas más ridículas e impías que suelen<br />

<strong>de</strong>cir que tienen, como <strong>de</strong>l ala <strong>de</strong>l ángel sant Gabriel, <strong>de</strong> la sombra<br />

<strong>de</strong>l bordón <strong>de</strong>l señor Santiago, <strong>de</strong> las plumas <strong>de</strong>l Espíritu Santo, <strong>de</strong>l<br />

jubón <strong>de</strong> la Trinidad y otras infinitas cosas a éstas semejantes, sería<br />

para haceros morir <strong>de</strong> risa. Solamente os diré que pocos días ha que<br />

en una iglesia colegial me mostraron una costilla <strong>de</strong> sant Salvador.<br />

Si hubo otro Salvador, sino Jesucristo y si él <strong>de</strong>jó acá alguna costilla<br />

o no, véanlo ellos.

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