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El Hereje.pdf - Biblioteca Digital de Cuba

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Le vino a la cabeza la viuda Pellica, <strong>de</strong> Castro<strong>de</strong>za, don<strong>de</strong> dormía en<br />

cama <strong>de</strong> hierro <strong>de</strong> dos colchones y dos almohadas, hacía tres<br />

comidas al día y guardaba el caballo por ocho maravedíes. <strong>El</strong><br />

carácter <strong>de</strong>l viaje le llevaba a cambiar <strong>de</strong> cama cada noche y a<br />

caminar dos o tres leguas cada día. Don Bernardo Salcedo confiaba<br />

en tener recorrido el Páramo, <strong>de</strong> este a oeste, en un par <strong>de</strong> semanas<br />

para bajar <strong>de</strong>spués a la vega, frente a Toro, y <strong>de</strong>tenerse en Pedrosa<br />

don<strong>de</strong> tenía su hacienda. Pensaba en sus corresponsales, respirando<br />

el aire fino <strong>de</strong> la vega, cuando divisó las primeras casas <strong>de</strong> piedra<br />

<strong>de</strong> Villanubla. A mano <strong>de</strong>recha, sin moverse <strong>de</strong>l camino, estaba el<br />

mesón <strong>de</strong> Florencio que le acogió, como en él era usual, con<br />

educación y pocas palabras. <strong>El</strong> laconismo era proverbial en la gente<br />

<strong>de</strong>l Páramo. A veces conversaba sobre estos hombres con su hermano<br />

Ignacio y llegaban a conclusiones más bien optimistas: los hombres<br />

<strong>de</strong> Torozos eran rudos, concisos y sentenciosos pero trabajadores y<br />

resueltos. En Villanubla, salvo media docena <strong>de</strong> vecinos que<br />

<strong>de</strong>sempeñaban oficios concretos, el resto sobrevivía alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> la<br />

agricultura: contados labradores <strong>de</strong> posición, una <strong>de</strong>cena <strong>de</strong><br />

labrantines, y jornaleros que vivían <strong>de</strong> trabajos eventuales con los<br />

primeros. En general, eran gente <strong>de</strong>sheredada, pobre, que habitaban<br />

en tabucos <strong>de</strong> adobe, sin enlosar, sobre la tierra apelmazada.<br />

Don Bernardo hizo un alto en el mesón <strong>de</strong> Florencio y <strong>de</strong>dicó la tar<strong>de</strong><br />

a platicar con Estacio <strong>de</strong>l Valle, su representante en el Páramo. Las<br />

cosas no iban mal o no tan mal como el año anterior. Los rebaños<br />

<strong>de</strong>l común habían aumentado en mil doscientas ovejas y la última<br />

temporada <strong>de</strong> pastos había sido favorable. Dos pastores <strong>de</strong><br />

labradores in<strong>de</strong>pendientes habían emigrado y habían sido<br />

sustituidos por dos braceros inexpertos que, sin embargo, eran<br />

hábiles esquiladores.<br />

Una cosa podía compensar a la otra. Lo único grave en esta<br />

localidad era la ten<strong>de</strong>ncia a la emigración entre los jornaleros sin<br />

tierra, <strong>de</strong>socupados en el largo invierno mesetario y con trabajos<br />

ocasionales, mal retribuidos, en la recolección y la trilla. Pensando<br />

a largo plazo, Villanubla podría ser mañana un problema si la<br />

emigración continuaba al ritmo actual.<br />

La vida <strong>de</strong> los <strong>de</strong>sheredados, sometidos a una dieta inalterable <strong>de</strong><br />

legumbres y cerdo, resultaba monótona, insana y embrutecedora.<br />

Estacio Valle, labrantín sin ambiciones, con sus zaragüelles <strong>de</strong><br />

lienzo y las abarcas, ofrecía una cierta prestancia indumentaria<br />

comparado con los mozos que cruzaban las calles embarradas,<br />

<strong>de</strong>scalzos, con sucios calzones hasta la rodilla. Éste era el sino <strong>de</strong><br />

los hombres <strong>de</strong>l Páramo don<strong>de</strong> la jerarquía social se establecía por

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