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El Hereje.pdf - Biblioteca Digital de Cuba

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Había oído cerrar la puerta y el silencio ahora era total. Poco a poco<br />

entreabrió los párpados y, entonces, divisó ante sí a su tío Ignacio.<br />

Sintió un sobresalto análogo al que experimentó <strong>de</strong> adolescente<br />

cuando su tío le visitó en el colegio. No le esperaba; su tío siempre le<br />

sorprendía. Ambos vacilaron, pero, finalmente, se abrazaron y se<br />

dieron la paz en el rostro. Se sentaron <strong>de</strong>spués, frente a frente, y su<br />

tío le preguntó si tenía los ojos enfermos. Vivía en la oscuridad, dijo,<br />

pero inmediatamente precisó, casi en la oscuridad, y la falta <strong>de</strong> luz<br />

y la humedad le lastimaban la vista. Tenía los bor<strong>de</strong>s <strong>de</strong> los<br />

párpados enrojecidos e hinchados y su tío le prometió enviarle un<br />

remedio a través <strong>de</strong>l alcai<strong>de</strong>. Luego le dio una buena nueva: le<br />

habían ascendido a presi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> la Chancillería, cosa esperada<br />

pues era el más antiguo <strong>de</strong> los diecisiete oidores. La Chancillería y<br />

el Santo Oficio tenían buena relación y había sido autorizado para<br />

visitarle. Cipriano posaba en él sus ojillos pitañosos, sonriente,<br />

cuando le felicitó. Esperaba <strong>de</strong> su tío una regañina, incluso no se<br />

había movido <strong>de</strong> la postura en que quedó al sentarse, a la<br />

expectativa, pero su tío Ignacio no parecía reparar en su situación.<br />

Le habló como si conversaran en su casa, como si nada hubiera<br />

cambiado <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la última vez que se vieron.<br />

Se había <strong>de</strong>splazado a Pedrosa y había encontrado a Martín Martín<br />

animado y con la labranza organizada. De momento, los labrantines<br />

y pegujaleros <strong>de</strong> los pueblos próximos no habían levantado el gallo<br />

lo que probaba que la fórmula utilizada para repartir la hacienda y<br />

subir los salarios a los jornaleros era civilizada y no perjudicaba a<br />

terceros. Tenía a su disposición su parte <strong>de</strong> la cosecha <strong>de</strong> cereales<br />

que había sido óptima y se esperaba, asimismo, <strong>de</strong> la viña un<br />

rendimiento superior al normal. Cipriano continuaba mirándole<br />

embobado, los ojos cobar<strong>de</strong>s. Le conmovían las cortinas, los visillos,<br />

el pañito <strong>de</strong> encaje en que reposaba el can<strong>de</strong>labro, el feo cuadro <strong>de</strong><br />

la Asunción <strong>de</strong> María sobre el sofá. Era como si hubiera abierto los<br />

ojos en un mundo distinto, menos hostil e inhumano. Su tío<br />

proseguía hablándole sin pausas, como si tuviera tasados los<br />

minutos <strong>de</strong> la visita.<br />

Ahora le contaba <strong>de</strong>l almacén y <strong>de</strong>l taller. Visitaba la Ju<strong>de</strong>ría con<br />

alguna frecuencia, un par <strong>de</strong> veces al mes. <strong>El</strong> nuevo Maluenda le<br />

parecía, en efecto, trabajador y solvente. Se carteaba con Dionisio<br />

Manrique y en su última carta le <strong>de</strong>cía que la flotilla <strong>de</strong> primavera,<br />

con su escolta, había llegado a Amsterdam sin novedad. En lo<br />

tocante al taller, Fermín Gutiérrez, el sastre, aparte su habilidad<br />

para el corte, había resultado un buen organizador, y los tramperos,

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