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El Hereje.pdf - Biblioteca Digital de Cuba

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afectaban, ni había sufrido emociones profundas que explicasen el<br />

fenómeno. Simplemente el niño se negaba a coger el pezón y, al<br />

apretar el pecho, ella notó que se había secado. Entonces comenzó a<br />

llorar, preparó al niño unas sopas <strong>de</strong> pan, se las dio, se lavó los ojos<br />

en el aguamanil y afrontó el encuentro con don Bernardo:<br />

—Tengo algo importante que <strong>de</strong>cirle a vuesa merced —dijo<br />

humil<strong>de</strong>mente—. De la noche a la mañana me he quedado sin leche.<br />

<strong>El</strong>la sabía que la leche había sido, en vida <strong>de</strong> la difunta, la razón <strong>de</strong><br />

ser <strong>de</strong> su contrato. Él estaba leyendo un libro nuevo que cerró y<br />

<strong>de</strong>positó sobre la mesa al oír la voz <strong>de</strong> la muchacha:<br />

—La leche, la leche, claro —respondió y añadió aturdidamente—:<br />

pero supongo que habrá otros medios a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> la leche para sacar<br />

a un niño a<strong>de</strong>lante.<br />

Minervina pensó en las sopas <strong>de</strong> pan que acababa <strong>de</strong> darle y dijo con<br />

sencillez:<br />

—Claro que sí y sepa vuesa merced que en mi pueblo ningún niño se<br />

ha muerto <strong>de</strong> hambre y eso que no hay médicos ni barberos que se<br />

cui<strong>de</strong>n <strong>de</strong> ellos.<br />

Don Bernardo volvió a tomar el libro <strong>de</strong> la mesa. Por su parte daba<br />

por terminado el inci<strong>de</strong>nte.<br />

Mas al ver a la chica pendiente <strong>de</strong> sus labios, levantó la cabeza<br />

sonriendo y agregó:<br />

—Hemos cambiado una nodriza por una rolla. Ése es todo el<br />

problema.<br />

Minervina regresó a la cocina radiante. Nada había cambiado: no me<br />

marcho, señora Blasa, me quedo con el niño. <strong>El</strong> señor lo ha<br />

comprendido. Tomó al niño <strong>de</strong> las manos y le movió a su compás<br />

mientras tarareaba una canción. Luego se agachó y cubrió su rostro<br />

<strong>de</strong> ruidosos besos. De este modo, la vida <strong>de</strong> Cipriano siguió su curso.<br />

Por las mañanas, en el buen tiempo, salía <strong>de</strong> paseo con la rolla, con<br />

frecuencia por el centro, para curiosear el mercado <strong>de</strong> hortalizas y<br />

las vitrinas <strong>de</strong> los comercios <strong>de</strong> los soportales, y otras veces por el<br />

Espolón o el Prado <strong>de</strong> la Magdalena para tomar el aire. Los jueves, a<br />

media mañana, la galera <strong>de</strong> Jesús Revilla les llevaba, con otros<br />

viajeros, hasta Santovenia y allí pasaban el día con los padres <strong>de</strong><br />

Minervina. Al niño le fascinaban estos viajes en el ordinario, los

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