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El Hereje.pdf - Biblioteca Digital de Cuba

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Pasaba ratos con ella en su pequeño gabinete, callado, mirando a la<br />

pared, sin nada divertido que contarle, pero ella le recibía con su<br />

sonrisa <strong>de</strong>ntona, su facundia, con el buen humor <strong>de</strong> siempre. Los<br />

primeros días se esforzaba en consolarle:<br />

—Le encuentro triste, Salcedo. ¿La quiere mucho?<br />

La respuesta <strong>de</strong> Cipriano era escueta y contun<strong>de</strong>nte:<br />

—Era una costumbre en mi vida, doña Leonor.<br />

—No se mortifique vuesa merced. Ante los muertos y los locos nos<br />

sentimos responsables muchas veces sin motivo.<br />

Pero la noticia <strong>de</strong>l enfrentamiento verbal en Al<strong>de</strong>a <strong>de</strong>l Palo produjo<br />

tanto en ella como en el Doctor un profundo abatimiento.<br />

Vivían jornadas agónicas. Se sentían incapaces <strong>de</strong> controlar el<br />

grupo. Consi<strong>de</strong>raban imprescindible frenar a Padilla, <strong>de</strong>spojarle <strong>de</strong><br />

la autoridad que se atribuía, impedir aquellos conventículos<br />

pueblerinos, abiertos e improvisados. <strong>El</strong> Doctor le envió un correo sin<br />

<strong>de</strong>mora llamándole al or<strong>de</strong>n, advirtiéndole que lo acaecido en Al<strong>de</strong>a<br />

<strong>de</strong>l Palo no podía volver a repetirse. Escribió asimismo a don Juan<br />

<strong>de</strong> Acuña encareciéndole pru<strong>de</strong>ncia, haciéndole ver el riesgo <strong>de</strong> los<br />

excesos verbales ante la asechanza permanente <strong>de</strong>l Santo Oficio.<br />

Pese a su rápida reacción, no logró controlar su progresivo<br />

<strong>de</strong>caimiento. Habló a Salcedo con el corazón, le nombró su hombre<br />

<strong>de</strong> confianza. Admitía que, pese a ser el miembro <strong>de</strong> más reciente<br />

incorporación, actuaba sin reservas, con entusiasmo y resolución.<br />

“Motu proprio” había alcanzado importantes objetivos y el Doctor<br />

esperaba que siguiera en su labor organizadora, tarea que<br />

circunstancialmente había interrumpido con motivo <strong>de</strong> la<br />

enfermedad <strong>de</strong> su esposa. A Salcedo le emocionaba el valimiento <strong>de</strong>l<br />

Doctor, el hecho manifiesto <strong>de</strong> que le consi<strong>de</strong>rase el discípulo<br />

amado. Una tar<strong>de</strong> neblinosa, <strong>de</strong> crepúsculo prematuro, Cazalla le<br />

confesó que nunca habían pasado por el aislamiento que ahora<br />

sufrían, sin libros, apoyos, ni noticias <strong>de</strong> Alemania. Al morir Lutero,<br />

Melanchton se había encontrado con un difícil panorama. <strong>El</strong> Doctor<br />

la<strong>de</strong>aba la cabeza como si fuese incapaz <strong>de</strong> soportar su peso;<br />

estaban solos. Cipriano se esforzaba por animarlo: eran horas<br />

infortunadas, <strong>de</strong> tribulación; algún día pasarían.<br />

Pero el Doctor, lejos <strong>de</strong> serenarse, mezclaba los problemas, los<br />

amontonaba. Olvidaba por un momento la soledad <strong>de</strong>l grupo y volvía<br />

al caso Padilla. Era un correveidile, no contestaba a su carta, era<br />

como si no existiera o no reconociera la autoridad <strong>de</strong>l Doctor. Un

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