El Hereje.pdf - Biblioteca Digital de Cuba
El Hereje.pdf - Biblioteca Digital de Cuba
El Hereje.pdf - Biblioteca Digital de Cuba
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
Ante el tribunal <strong>de</strong>l Santo Oficio, doña Beatriz <strong>de</strong> Cazalla <strong>de</strong>claró<br />
ayer, 5 <strong>de</strong> agosto <strong>de</strong> 1558, en el juicio que se le sigue, que ella había<br />
engañado al propio fray Domingo <strong>de</strong> Rojas. A su vez, Cristóbal <strong>de</strong><br />
Padilla, <strong>de</strong> Zamora, fue engañado por don Carlos <strong>de</strong> Seso, mientras<br />
su hermano, don Agustín <strong>de</strong> Cazalla, había sido víctima <strong>de</strong>l mismo<br />
don Carlos <strong>de</strong> Seso y <strong>de</strong> su hermano Pedro, párroco <strong>de</strong> Pedrosa. Juan<br />
<strong>de</strong> Cazalla había pervertido a su mujer y el Doctor a su madre, doña<br />
Leonor, con lo que prácticamente toda la familia Cazalla —<br />
Constanza vendría luego— quedaba adscrita a la secta luterana.<br />
Prosiguiendo con su sincera exposición, la <strong>de</strong>clarante afirmó que<br />
doña Catalina Ortega había catequizado a Juan Sánchez y, entre los<br />
dos, al joyero Juan García. Por su parte, fray Domingo <strong>de</strong> Rojas<br />
pervirtió a su hermana María, aunque él lo niegue, y a buena parte<br />
<strong>de</strong> su familia. Cristóbal <strong>de</strong> Padilla, por su lado, al pequeño grupo <strong>de</strong><br />
Zamora y su hermano Pedro, con don Carlos <strong>de</strong> Seso, al propietario<br />
<strong>de</strong> Pedrosa don Cipriano Salcedo.<br />
Permaneció inmóvil, <strong>de</strong>sconcertado, agarrotado por un extraño frío<br />
interior. Notaba en el estómago como la mor<strong>de</strong>dura <strong>de</strong> una alimaña.<br />
Nunca tan pocos renglones podían haber causado tan hondos<br />
estragos. <strong>El</strong> <strong>de</strong>sánimo le invadía.<br />
Cipriano Salcedo había imaginado todo menos la <strong>de</strong>lación <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l<br />
grupo. La fraternidad en que había soñado se resquebrajaba,<br />
resultaba una pura entelequia, nunca había existido, ni era posible<br />
que existiera. Pensó en los conventículos, en el solemne juramento<br />
final <strong>de</strong> los congregados, prometiendo que jamás <strong>de</strong>latarían a sus<br />
hermanos en tiempos <strong>de</strong> tribulación. ¿Sería cierto lo que <strong>de</strong>cía<br />
aquella nota?<br />
¿Era posible que la dulce Beatriz <strong>de</strong>nunciara a tantas personas,<br />
empezando por sus propios hermanos, sin una vacilación? ¿Valía<br />
tanto la vida para ella como para incurrir en perjurio y enviar a su<br />
familia y amigos a la hoguera con tal <strong>de</strong> salvar su piel? Las<br />
lágrimas afloraban a sus ojos blandos cuando releía el papel. Luego<br />
pensó en Dato. Fray Domingo ya le había anticipado que la<br />
venalidad y la corrupción tenían asiento en los mandos subalternos<br />
carcelarios, pero el escrito <strong>de</strong>l ayudante no podía ser obra <strong>de</strong> un<br />
carcelario, ni siquiera <strong>de</strong>l alcai<strong>de</strong>, sino <strong>de</strong> algún miembro <strong>de</strong>l<br />
Tribunal, tal vez el secretario o, con mayor probabilidad, el<br />
escribano. Vio abierta una vía <strong>de</strong> comunicación con la que, en<br />
principio, no había contado pero, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> breve reflexión, <strong>de</strong>cidió<br />
no mostrar la confesión <strong>de</strong> Beatriz Cazalla a fray Domingo. ¿Para<br />
qué encrespar aún más los ánimos?