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El Hereje.pdf - Biblioteca Digital de Cuba

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innovación. Ahora dormían, pues, espalda contra espalda y cada vez<br />

que Teo daba media vuelta, sacaba la ropa <strong>de</strong> su lado y Cipriano se<br />

enfriaba. Pero todo lo daba por bien empleado viendo a su esposa<br />

instalada en la normalidad.<br />

Por si fuera poco, Teo se <strong>de</strong>cidió a iniciar una vida más activa.<br />

Bajaba temprano a la tienda y ayudaba a <strong>El</strong>vira Esteban en el<br />

mostrador. Avanzaba el otoño y Valladolid se aprestaba a capear el<br />

duro invierno mesetario adquiriendo zamarros y ropillas aforradas.<br />

Era curioso observar, pasada la novedad, que las ropillas aforradas<br />

habían quedado como prendas invernales imprescindibles en<br />

Castilla. Por la noche, Teo le daba a Cipriano el parte <strong>de</strong>l día y<br />

cuenta <strong>de</strong> la caja. De esta manera, Teo se fue habituando a la<br />

actividad comercial y cogiendo gusto a las anotaciones.<br />

La paz <strong>de</strong>l hogar <strong>de</strong>volvió a Cipriano la libertad y un mes más tar<strong>de</strong>,<br />

doblado septiembre, asistió a un nuevo sermón <strong>de</strong>l doctor Cazalla<br />

sobre el egoísmo católico, en oposición a la incondicional entrega <strong>de</strong><br />

Cristo en su pasión. Estuvo muy duro el Doctor aquella tar<strong>de</strong>.<br />

Habló <strong>de</strong>l escándalo <strong>de</strong> los monasterios que disponían <strong>de</strong> vasallos,<br />

<strong>de</strong> los prelados que se creían señores y <strong>de</strong> los obispos entregados a<br />

la gula y la concupiscencia. Por una vez Cazalla fue directo al<br />

grano, no se anduvo con ro<strong>de</strong>os.<br />

Entre el auditorio corría un murmullo <strong>de</strong> protesta e incredulidad,<br />

pero, en ese instante, sabiamente, el Doctor mentó a Cisneros,<br />

confesor <strong>de</strong> la Reina Católica, un hombre que en su día se había<br />

alzado contra estos excesos, y cuya conducta —dijo— <strong>de</strong>beríamos<br />

imitar los creyentes.<br />

Cipriano pasó por casa <strong>de</strong> su tío Ignacio y le pidió un ejemplar <strong>de</strong>l<br />

“Enchiridion”, <strong>de</strong> Erasmo.<br />

Tenía la sospecha <strong>de</strong> que el Doctor no había mencionado a Erasmo<br />

<strong>de</strong>liberadamente y había utilizado en cambio el nombre <strong>de</strong> Cisneros<br />

como pantalla, por la sencilla razón <strong>de</strong> que el pueblo guardaba <strong>de</strong><br />

éste buena memoria. Abrió el libro <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> cenar y lo leyó<br />

lentamente, procurando exprimir cada renglón. Cuando langui<strong>de</strong>cía<br />

la luz <strong>de</strong>l quinqué, Cipriano lo cerró.<br />

Lo había terminado. Le invadía una sensación <strong>de</strong> <strong>de</strong>saliento. Era<br />

consciente <strong>de</strong> su escasa formación para entrar en <strong>de</strong>bate sobre los<br />

puntos esenciales <strong>de</strong> la obra: la eficacia <strong>de</strong>l bautismo, la confesión<br />

auricular o el libre albedrío.

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