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El Hereje.pdf - Biblioteca Digital de Cuba

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la forma <strong>de</strong> llevar las pantorrillas: <strong>de</strong>snudas, con zaragüelles o con<br />

calzas abotonadas como los pastores.<br />

Don Bernardo partió <strong>de</strong> Villanubla al día siguiente. La vida, en la<br />

meseta profunda, ofrecía escasa variación y, sin embargo, encontró<br />

la feria <strong>de</strong> Rioseco inusitadamente animada. <strong>El</strong> pueblo no ofrecía<br />

novedad visible, salvo en el crecimiento respecto al resto <strong>de</strong> los<br />

poblados <strong>de</strong>l Páramo. Los niveles <strong>de</strong> los rebaños se sostenían y los<br />

esquiladores preparaban sus trebejos para el mes <strong>de</strong> junio. La<br />

reserva <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra y hierba se mantenía y el señor Salcedo pasó una<br />

noche tranquila, a pesar <strong>de</strong> las chinches, en la posada <strong>de</strong> Evencio<br />

Reglero.<br />

<strong>El</strong> recorrido por el Páramo le <strong>de</strong>paró algunas sorpresas. Una<br />

positiva: el crecimiento <strong>de</strong> los rebaños en Peñaflor <strong>de</strong> Hornija, don<strong>de</strong><br />

se había rebasado la cifra <strong>de</strong> diez mil cabezas, y otras dos<br />

negativas:<br />

la viuda Pellica había muerto y Hernando Acebes, el corresponsal <strong>de</strong><br />

Torrelobatón, había sufrido una perlesía y, aunque el barbero <strong>de</strong><br />

Villanubla le había sangrado dos veces, no recuperaba y allí estaba<br />

sentado el día entero en una butaca <strong>de</strong> mimbre en el zaguán <strong>de</strong> su<br />

casa, como un inútil. <strong>El</strong> propio Hernando Acebes, sin bienes <strong>de</strong><br />

fortuna, se espantaba las lágrimas al facilitarle los nombres y<br />

direcciones <strong>de</strong> los que podían sustituirle.<br />

Tal como había proyectado, don Bernardo Salcedo abandonó el<br />

Páramo, iniciado mayo, por el camino <strong>de</strong> Toro. Hacía un día<br />

templado, <strong>de</strong> sol franco, y los grillos aturdían en las orillas <strong>de</strong>l<br />

camino.<br />

Las lluvias <strong>de</strong> otoño y primavera habían caído regularmente y las<br />

espigas anunciaban una prieta granazón. También los palos <strong>de</strong> los<br />

sarmientos se esponjaban y, <strong>de</strong> no presentarse una insolación<br />

prematura, la uva maduraría a su ritmo y, a diferencia <strong>de</strong>l último<br />

año, se recogería una buena cosecha. Des<strong>de</strong> las cuestecillas <strong>de</strong> La<br />

Voluta, Salcedo divisó el cerro Picado y, a su pie, el pueblo <strong>de</strong><br />

Pedrosa, entre las viñas, apiñado a la izquierda <strong>de</strong> la iglesia. <strong>El</strong> día<br />

estaba tan claro que, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la Mota <strong>de</strong>l Niño, se divisaba el soto <strong>de</strong>l<br />

Duero, con álamos y negrillos a medio vestir, y, tras él, el ver<strong>de</strong><br />

oscuro <strong>de</strong> los pinares, pinocarrascos y pinos negros, plantados en<br />

las tierras arenosas al comenzar el siglo.<br />

Don Bernardo fal<strong>de</strong>ó un montículo con láminas <strong>de</strong> yeso cristalizado<br />

y dos conejos corrieron atolondradamente a refugiarse en el vivar.<br />

Benjamín, el rentero, le aguardaba. Era hombre rechoncho, como

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