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El Hereje.pdf - Biblioteca Digital de Cuba

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—A esta señora hay que internarla —dijo—. En la calle Orates tienen<br />

el Hospital <strong>de</strong> Inocentes.<br />

No es un hotel <strong>de</strong> lujo pero tampoco es fácil encontrar otro mejor en<br />

la ciudad. Los procedimientos son primitivos. <strong>El</strong> enfermo vive atado<br />

a los barrotes <strong>de</strong> la cama o con grilletes en los pies para que no<br />

escape. Claro que con un poco <strong>de</strong> dinero, pagando dos loqueros para<br />

que la atiendan, pue<strong>de</strong>n vuesas merce<strong>de</strong>s evitar esa humillación.<br />

Don Ignacio Salcedo, que se había mantenido en silencio, preguntó<br />

al doctor si no sería posible instalar a la señora en un hospital<br />

normal, pagando aparte la vigilancia. <strong>El</strong> doctor asintió:<br />

—<strong>El</strong> dinero es muy amable —dijo—. Con dinero se pue<strong>de</strong> conseguir en<br />

este mundo casi todo lo que uno se proponga.<br />

Provisionalmente trasladaron a Teo al Hospital <strong>de</strong> Inocentes <strong>de</strong> la<br />

calle Orates. <strong>El</strong> tío Ignacio les acompañaba, pero cuando, a la<br />

puerta <strong>de</strong>l hospital, dos loqueros intentaron maniatar a la enferma,<br />

Teodomira se revolvió como una pantera, con tanto ímpetu que uno<br />

<strong>de</strong> los enfermeros rodó por el suelo. Los transeúntes, atraídos por el<br />

espectáculo, se <strong>de</strong>tenían al pie <strong>de</strong> las escaleras, don<strong>de</strong> el enfermero<br />

había caído, pero, unos minutos más tar<strong>de</strong>, Teo quedó instalada en<br />

el manicomio, al cuidado <strong>de</strong> dos comadres <strong>de</strong> pago, dos mujeres<br />

aparentemente fuertes que, llegado el momento, parecían capaces <strong>de</strong><br />

dominarla.<br />

Sin embargo, a las nueve <strong>de</strong> la noche, Salcedo recibió un correo <strong>de</strong>l<br />

manicomio anunciándole que |la señora había escapado en un<br />

<strong>de</strong>scuido <strong>de</strong> sus guardadoras|. Cipriano avisó <strong>de</strong> nuevo a su tío que,<br />

en un santiamén, puso en movimiento a las fuerzas <strong>de</strong> seguridad <strong>de</strong><br />

la villa.<br />

Por su parte, Cipriano, acompañado <strong>de</strong> Vicente, recorrió la ciudad <strong>de</strong><br />

norte a sur y <strong>de</strong> este a oeste, sin encontrar rastro <strong>de</strong> la enferma ni<br />

referencia alguna <strong>de</strong> ella. Se había evaporado. A la mañana<br />

siguiente reiniciaron la búsqueda sin resultado. Al caer la tar<strong>de</strong>, el<br />

barquero Aquilino Benito, que hacía el servicio entre el embarca<strong>de</strong>ro<br />

<strong>de</strong>l Espolón Viejo y el pequeño muelle <strong>de</strong>l Paseo <strong>de</strong>l Prado, comunicó<br />

a la Chancillería que había hallado a la fugada entre los carrizos <strong>de</strong><br />

la orilla, inconsciente y en muy mal estado, como una pordiosera.<br />

Durante la travesía hacia el Espolón el citado Aquilino había<br />

conseguido volver en sí a la enferma que se encontraba extenuada.

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