El Hereje.pdf - Biblioteca Digital de Cuba
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<strong>de</strong> la familia Cazalla, sórdido en el fondo pero cortés en las<br />
maneras.<br />
Después <strong>de</strong> dos semanas <strong>de</strong> presunciones y conjeturas en torno a la<br />
misteriosa voz, sin avanzar un paso, el Doctor se <strong>de</strong>rrumbó una<br />
tar<strong>de</strong>, se sinceró con él. Le hizo objeto <strong>de</strong> una confi<strong>de</strong>ncia que era<br />
obligado tener en cuenta a lo largo <strong>de</strong> la investigación. Le habló <strong>de</strong><br />
una mujer extraña, que <strong>de</strong> una manera igualmente extraña, se había<br />
cruzado en su vida y se había enfrentado violentamente con él. Se<br />
refería a doña Catalina <strong>de</strong> Cardona, conocida con el sobrenombre <strong>de</strong><br />
“la Buena Mujer”, que en su juventud había sido aya <strong>de</strong> don Juan <strong>de</strong><br />
Austria. Gozaba fama <strong>de</strong> santa en las altas esferas y había recalado<br />
en Valladolid <strong>de</strong> la mano <strong>de</strong> la princesa <strong>de</strong> Salerno, <strong>de</strong> la que era<br />
dama <strong>de</strong> honor, cuyo marido, don Fernando San Severino, vino a la<br />
Corte a reclamar los bienes que se le habían confiscado por su<br />
presunta participación en una conjura contra españoles.<br />
La estancia en la villa <strong>de</strong> la princesa <strong>de</strong> Salerno le permitió conocer<br />
al Doctor y establecer con él una relación amistosa. Pero a Catalina,<br />
“la Buena Mujer”, nunca le agradó la amistad <strong>de</strong> su señora con el<br />
Doctor, ya que la manera <strong>de</strong> hablar <strong>de</strong> éste <strong>de</strong> la misericordia <strong>de</strong><br />
Dios y <strong>de</strong> los méritos <strong>de</strong> Cristo se le antojaba equívoca y sospechosa.<br />
Catalina <strong>de</strong> Cardona, <strong>de</strong> suyo entrometida, <strong>de</strong>cidió erigirse en ángel<br />
tutelar <strong>de</strong> la princesa y, sobre ponerle malas caras al Doctor, en las<br />
tertulias vespertinas le contra<strong>de</strong>cía y zahería sin <strong>de</strong>scanso. Por su<br />
boca habla Satanás, excelencia, llegó a <strong>de</strong>cirle a la princesa un día.<br />
<strong>El</strong> Doctor, entonces, resolvió dar una lección a la marisabidilla, y en<br />
el famoso sermón <strong>de</strong> las Tres Marías, el día <strong>de</strong> la Resurrección,<br />
ridiculizó la impertinencia <strong>de</strong> ciertas mujeres que disputaban con<br />
los teólogos, sabihondas <strong>de</strong> tres al cuarto, dijo, que estarían mejor<br />
entre pucheros, pero “la Buena Mujer” aguardó la visita <strong>de</strong>l cura, y<br />
cuando éste se presentó <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> su señora, le dijo que había visto<br />
salir <strong>de</strong> su boca borbollones <strong>de</strong> fuego envueltos en humo y olores <strong>de</strong><br />
piedra <strong>de</strong> azufre. La campanada <strong>de</strong> “la Buena Mujer” creó un clima<br />
tenso en la reunión, <strong>de</strong> una violencia inhabitual, <strong>de</strong> tal manera que<br />
la princesa <strong>de</strong> Salerno se vio obligada a intervenir e impuso silencio<br />
a las dos partes cuando la réplica correspondía a Cazalla, y<br />
entonces éste se levantó dignamente y se marchó <strong>de</strong> la casa<br />
ofendido.<br />
—Nunca volví a poner el pie en el palacio <strong>de</strong> la princesa, aclaró<br />
Cazalla a Cipriano, pero cabe que la voz pidiendo la hoguera para<br />
mi madre se fraguara ahí, en sus salones a causa <strong>de</strong> mis homilías.<br />
Cipriano quedó pensativo. Ignoraba que el Doctor tuviera enemigos<br />
<strong>de</strong> tan alto rango pero, una vez informado, dio por bueno que la