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El Hereje.pdf - Biblioteca Digital de Cuba

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Mientras tanto, don Ignacio había realizado las indagaciones<br />

pertinentes y, una vez repuesta, Teodomira fue trasladada a Medina<br />

<strong>de</strong>l Campo, en el coche <strong>de</strong> su marido, sin abrir la boca. Allí, en<br />

Medina, fue alojada en el Hospital <strong>de</strong> Santa María <strong>de</strong>l Castillo,<br />

<strong>de</strong>pendiente <strong>de</strong> la Cofradía <strong>de</strong> Nuestra Señora <strong>de</strong> la Merced, a un<br />

paso <strong>de</strong>l Monasterio <strong>de</strong> San Bartolomé. Era un caserón <strong>de</strong>startalado<br />

y noble, sin mucho movimiento <strong>de</strong> enfermos, don<strong>de</strong> se avinieron a<br />

acoger a doña Teodomira y poner a su disposición dos loqueros en<br />

servicio permanente y una comadre para las atenciones propias <strong>de</strong><br />

la mujer. <strong>El</strong> presupuesto ascendía a cuarenta y cinco reales diarios<br />

pero contaban con la benevolencia <strong>de</strong> la organización para visitar a<br />

la enferma a cualquier hora durante los siete días <strong>de</strong> la semana.<br />

Una vez hospitalizada su esposa, Cipriano Salcedo se sintió aliviado<br />

pero el regreso a casa le produjo un hondo <strong>de</strong>caimiento. Habituado a<br />

la presencia <strong>de</strong> Teo, y aunque ella no representara ya para él nada<br />

fundamental, la echaba en falta. Reinició su vieja actividad. Muy <strong>de</strong><br />

mañana visitaba el taller y el almacén don<strong>de</strong> <strong>de</strong>partía con el sastre<br />

Fermín Gutiérrez y Gerardo Manrique sobre las noveda<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l día.<br />

Había dos problemas importantes: el abandono <strong>de</strong>l conejo en la<br />

confección <strong>de</strong> zamarros y la progresiva escasez <strong>de</strong> alimañas a causa<br />

<strong>de</strong> la sañuda persecución en montes y serranías. Resuelto el<br />

primero, un correo inesperado <strong>de</strong> Burgos le comunicó que Gonzalo<br />

Maluenda, todavía joven, había fallecido <strong>de</strong> un tabar<strong>de</strong>te fulminante<br />

y su medio hermano Ciriaco, hijo <strong>de</strong> don Néstor y su tercera mujer,<br />

se había hecho cargo <strong>de</strong>l negocio. Al <strong>de</strong>cir <strong>de</strong>l nuevo empresario, una<br />

galera armada acompañaba ahora a las flotillas en conserva con lo<br />

que la carga volvía a gozar <strong>de</strong> una relativa seguridad. <strong>El</strong> porte<br />

lógicamente encarecía pero aumentaban las garantías, con lo que<br />

ningún gana<strong>de</strong>ro puso reparos a la medida. Por su parte Cipriano<br />

Salcedo, cuyo comercio con los Maluenda había <strong>de</strong>scendido <strong>de</strong> las<br />

diez carretas anuales, en los mejores tiempos <strong>de</strong> don Bernardo, a las<br />

tres que habían sobrevivido al auge <strong>de</strong>l negocio <strong>de</strong> los zamarros,<br />

pensó que había llegado el momento <strong>de</strong> aumentarlas a cinco. Para<br />

tratar <strong>de</strong> estos pormenores y conocer al nuevo diputado, Cipriano<br />

realizó un viaje a Burgos. De nuevo un correo urgente venía a sacar<br />

a un Salcedo <strong>de</strong> su postración. La vida se repetía. Montó a su nuevo<br />

caballo “Pispás”, adquirido por su amigo Seso en Andalucía, pero la<br />

competencia <strong>de</strong> don Carlos en tales menesteres no podía evitar que<br />

Cipriano añorase a su viejo caballo y extrañara las reacciones <strong>de</strong>l<br />

nuevo, sus vicios <strong>de</strong> origen, su nerviosidad, sus dimensiones. Vicente<br />

había sacrificado finalmente a “Relámpago”, en el monte <strong>de</strong> Illera,<br />

en Villanubla, <strong>de</strong> un balazo en la frente. Estacio <strong>de</strong>l Valle le había<br />

facilitado la pistola y un par <strong>de</strong> mulas po<strong>de</strong>rosas para el<br />

enterramiento. En lo alto <strong>de</strong>l túmulo, su criado había colocado una<br />

gran lancha para i<strong>de</strong>ntificar el lugar.

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