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El Hereje.pdf - Biblioteca Digital de Cuba

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—Tropecé con la nueva doctrina, señoría, como se tropieza con una<br />

mujer que mañana será nuestra esposa, casualmente. En lo que<br />

atañe a su segunda pregunta, le repito que un hombre <strong>de</strong> negocios<br />

tiene el <strong>de</strong>ber <strong>de</strong> viajar al extranjero <strong>de</strong> vez en cuando. Los<br />

merca<strong>de</strong>res <strong>de</strong> Anvers son unos <strong>de</strong> mis corresponsales a quienes<br />

visité en ese viaje. Si su eminencia lo duda pue<strong>de</strong> dirigirse a ellos.<br />

En el lecho, tendido y sosegado, los brazos estirados a lo largo <strong>de</strong>l<br />

cuerpo, los ojos cerrados, Cipriano volvió a encontrarse consigo<br />

mismo. Ahora notaba en la cabeza el esfuerzo <strong>de</strong> la concentración, el<br />

reconcomio pasado ante el Tribunal. Fray Domingo, arrastrando los<br />

hierros, se había aproximado a él al regresar a la celda y sonrió<br />

cuando Cipriano le dijo que todo había sido tal y como él se lo había<br />

anunciado. No pormenorizó el coloquio cuando el dominico inquirió<br />

<strong>de</strong>talles. Simplemente le dijo que los juzgadores eran tres, aunque<br />

únicamente preguntaba el inquisidor, los otros dos tomaban notas.<br />

La voz <strong>de</strong>l presi<strong>de</strong>nte dominaba todo, pero mi reserva mental, dijo,<br />

no pareció irritarle.<br />

Tres días <strong>de</strong>spués, muy <strong>de</strong> mañana, el alcai<strong>de</strong> y el carcelero le<br />

recogieron en su celda. No le prepararon, ni le explicaron, ni le<br />

dijeron más que una sola palabra:<br />

síganos. Y él los siguió por las húmedas losas <strong>de</strong>l zaguán, por el<br />

corredor permeable y bajo <strong>de</strong> techo.<br />

Cipriano temía por sus ojos, pero esta vez el alcai<strong>de</strong> tomó el camino<br />

<strong>de</strong> los sótanos a través <strong>de</strong> una escalera <strong>de</strong> piedra <strong>de</strong> peldaños<br />

<strong>de</strong>siguales. Allí le esperaban ya el inquisidor, con su bonete <strong>de</strong><br />

cuatro puntas y sus orejas traslúcidas, el secretario y el escribano<br />

sentado a una mesa ante un rimero <strong>de</strong> papeles blancos. Próximos a<br />

ellos, <strong>de</strong> pie, había otras dos personas y Cipriano <strong>de</strong>dujo, conforme a<br />

las explicaciones <strong>de</strong> fray Domingo, que el hombre <strong>de</strong> la loba oscura<br />

era el médico, y, el verdugo, el <strong>de</strong>l pecho <strong>de</strong>scubierto y los calzones<br />

cortos, <strong>de</strong> tela basta. Ante ellos, en una mazmorra amplia,<br />

tímidamente alumbrada por dos candiles, bailaban una serie <strong>de</strong><br />

extraños artilugios, como los aparatos <strong>de</strong> un circo.<br />

Antes <strong>de</strong> que el verdugo entrara en acción, el inquisidor volvió a<br />

preguntarle quién le pervirtió y quién le or<strong>de</strong>nó viajar a Alemania en<br />

abril <strong>de</strong> 1557. Cipriano Salcedo, que agra<strong>de</strong>cía la penumbra <strong>de</strong>l<br />

lugar, dijo suavemente que tres días antes, en el interrogatorio <strong>de</strong> la<br />

sala, había dicho sobre el particular lo que sabía. Entonces, el<br />

inquisidor or<strong>de</strong>nó al verdugo que dispusiera la garrucha que colgaba

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