El Hereje.pdf - Biblioteca Digital de Cuba
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Notaba encogido el ánimo, acrecentada la sensación <strong>de</strong> soledad, la<br />
angustia agazapada en la boca <strong>de</strong>l estómago, un vivo malestar.<br />
Pero las horas rodaban <strong>de</strong>prisa aquellos días en la cárcel secreta.<br />
<strong>El</strong> carcelero le visitó poco <strong>de</strong>spués para anunciar su comparecencia<br />
ante el Tribunal a las diez <strong>de</strong> la mañana <strong>de</strong>l día siguiente. Ya en las<br />
escaleras, sin grilletes en los pies, casi volaba, mas, a medida que se<br />
alejaba <strong>de</strong> los sótanos y aumentaba la luz, los ojos le escocían, se<br />
veía obligado a entornarlos para procurarse un alivio. Y, antes <strong>de</strong><br />
entrar en la Sala <strong>de</strong> Audiencias, <strong>de</strong>scubrió la pequeña puerta <strong>de</strong> la<br />
habitación don<strong>de</strong> se había entrevistado con su tío.<br />
Luego oyó una voz, cuya proce<strong>de</strong>ncia ignoraba, que dijo: |A<strong>de</strong>lante<br />
el reo|, y alguien le empujó hacia la puerta <strong>de</strong> nogal labrado que<br />
tenía ante sí. Andaba con <strong>de</strong>sconfianza. <strong>El</strong> sol posado en las<br />
vidrieras le cegaba y el artesonado <strong>de</strong>l techo y los largos cortinones<br />
rojos se imponían. <strong>El</strong> carcelero, que le conducía <strong>de</strong>l brazo, le sentó<br />
en una silla. Entonces divisó al Tribunal ante él, tras la mesa larga,<br />
sobre la tarima, allí don<strong>de</strong> terminaba la alfombra granate que<br />
cubría el pasillo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la puerta.<br />
La escena se ajustaba, punto por punto, a lo que le había ido<br />
anunciando fray Domingo, el inquisidor en el centro, envuelto en<br />
sotana negra, la cabeza cubierta por un bonete <strong>de</strong> cuatro puntas, el<br />
rostro alargado y grave. A su <strong>de</strong>recha el secretario, religioso y<br />
ensotanado también, asimismo circunspecto y lóbrego y, a la<br />
izquierda, envuelto en una severa loba negra, el escribano, un<br />
hombre civil, <strong>de</strong> bastantes años menos que los dos clérigos.<br />
Apenas le dio tiempo <strong>de</strong> distinguir, antes <strong>de</strong> que sonara la<br />
campanilla, que las orejas <strong>de</strong>l inquisidor eran traslúcidas y<br />
<strong>de</strong>spegadas.<br />
Inmediatamente se inclinó hacia a<strong>de</strong>lante y experimentó una rara<br />
sensación, como si su cuerpo se <strong>de</strong>sdoblase, y una mitad <strong>de</strong> él<br />
escuchase las respuestas que daba la otra mitad a las preguntas <strong>de</strong>l<br />
eclesiástico. Mas, a poco <strong>de</strong> empezar, se esfumaron las siluetas <strong>de</strong>l<br />
estrado, el artesonado, la alfombra y los cortinones, y únicamente<br />
permaneció la voz opaca <strong>de</strong>l inquisidor, una voz acusadora,<br />
intimidatoria, y las respuestas escuetas, precipitadas, <strong>de</strong> su otro yo<br />
en un peloteo verbal picado, sin interrupciones, como si la premura<br />
en la formulación <strong>de</strong> las preguntas garantizase la veracidad <strong>de</strong> las<br />
respuestas. Sin embargo aquella voz dura y bien timbrada no