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El Hereje.pdf - Biblioteca Digital de Cuba

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Fray Domingo ya le había hablado <strong>de</strong> ello. Todos los templos y<br />

conventos <strong>de</strong> la villa, que esa noche no dormía, convocaban a las<br />

misas <strong>de</strong> alma por los con<strong>de</strong>nados. Las campanas habían venido a<br />

sustituir a los martillos, voces cambiantes pero igualmente ominosas<br />

y terribles. Al cesar su tañido, empezó a oírse el rumor <strong>de</strong>l gentío,<br />

los cascos <strong>de</strong> las caballerías en el empedrado, el rechinar <strong>de</strong> las<br />

ruedas <strong>de</strong> los carruajes. Todo parecía estar a punto. <strong>El</strong> “gran día”,<br />

aún sin luz, ya había comenzado.<br />

A las cuatro <strong>de</strong> la madrugada entraron a <strong>de</strong>spertarlos. Mamerto les<br />

sirvió un <strong>de</strong>sayuno extraordinario: sopas <strong>de</strong> ajo, huevos con<br />

torreznos y vino <strong>de</strong> Cigales. Cipriano no probó bocado. Le ardían los<br />

ojos, sentía los bultos en las cuencas, y su amortecimiento iba en<br />

aumento. En la cárcel reinaba un <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n <strong>de</strong>sacostumbrado. Gentes<br />

que entraban y salían, los guardianes repartiendo por las celdas<br />

corozas y sambenitos, en tanto los familiares <strong>de</strong> la Inquisición, con<br />

sus altos bombines marrones, esperaban en el patio, charlando en<br />

corrillos, a que se organizara la procesión. En el momento <strong>de</strong> mayor<br />

confusión, se presentó Dato en la celda, entregó un papel doblado a<br />

Cipriano Salcedo y emitió un silbido al recibir dos ducados por el<br />

servicio. <strong>El</strong> mensaje, como Cipriano presumía, era <strong>de</strong> Ana Enríquez y<br />

no podía ser más lacónico:<br />

Valor, <strong>de</strong>cía solamente y, <strong>de</strong>bajo, traía su firma: Ana.<br />

XVII<br />

<strong>El</strong> cautiverio <strong>de</strong> los más <strong>de</strong> sesenta reclusos <strong>de</strong> la cárcel secreta <strong>de</strong><br />

Pedro Barrueco, acusados <strong>de</strong> pertenecer al foco luterano <strong>de</strong><br />

Valladolid, concluyó <strong>de</strong>finitivamente en la madrugada <strong>de</strong>l 21 <strong>de</strong><br />

mayo <strong>de</strong> 1559, más o menos un año <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber comenzado.<br />

Una mínima parte <strong>de</strong> los reos sería puesta en libertad tras el auto <strong>de</strong><br />

fe, en tanto otros muchos pagarían con la muerte en garrote o en la<br />

hoguera su <strong>de</strong>sviación religiosa o su pertinacia. Y como suele ocurrir<br />

en estas agrupaciones circunstanciales, sometidas a rígidas normas,<br />

el primer síntoma <strong>de</strong> que el final se acercaba fue la quiebra <strong>de</strong> la<br />

disciplina. Familiares <strong>de</strong> la Inquisición charlaban en pequeños<br />

grupos en el patio <strong>de</strong> la cárcel, cubiertos con capas y bombines <strong>de</strong><br />

copa alta, en espera <strong>de</strong> los penitentes, en tanto los carceleros, los<br />

ayudantes <strong>de</strong> carcelero y el propio alcai<strong>de</strong>, iban y venían, prestaban<br />

a aquellos las últimas atenciones y les daban instrucciones para el<br />

buen or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> la procesión que partiría <strong>de</strong> la cárcel una hora antes<br />

<strong>de</strong>l alba. Pero, fuera <strong>de</strong> los indultados, que sacaban fuerzas <strong>de</strong><br />

flaqueza y confraternizaban festivamente con sus carceleros, el resto<br />

<strong>de</strong> los reos, aplastados por el rigor <strong>de</strong> la sentencia, tras larga y

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