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El Hereje.pdf - Biblioteca Digital de Cuba

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—Creo que se equivoca. Yo <strong>de</strong>seo lo mejor para el pequeño pero tengo<br />

entendido que vuesa merced no pone nada <strong>de</strong> su parte para atraerle.<br />

—¿Atraerle? ¿Atraerle yo?<br />

Esa buena acción no es <strong>de</strong> mi incumbencia. Es usted quien <strong>de</strong>be<br />

instruir al pequeño sobre la mejor manera <strong>de</strong> orientar sus afectos,<br />

sobre lo que está bien y lo que está mal. Pero usted se ha conformado<br />

con sustituir el pecho por unas sopas <strong>de</strong> pan y eso no es suficiente.<br />

Minervina lloraba ya sin disimulo. Sacó <strong>de</strong> la manga abullonada <strong>de</strong><br />

su saya un minúsculo pañuelo y se secó los ojos con él. Una íntima<br />

sensación <strong>de</strong> triunfo iba invadiendo a don Bernardo. Se inclinó sobre<br />

la muchacha sin abandonar el sillón:<br />

—¿Ha intentado usted enseñar a este pequeño mequetrefe a honrar a<br />

su padre? ¿Cree usted <strong>de</strong> veras que este pequeño diablo me honra a<br />

menudo con su actitud?<br />

Se levantó finalmente <strong>de</strong>l sillón fingiendo una furia que no sentía y<br />

tomó <strong>de</strong> la oreja a su hijo:<br />

—Venga usted acá, caballerete —le atrajo hacia sí.<br />

<strong>El</strong> niño, fuera ya <strong>de</strong> su escondrijo, veía llorar a Minervina, pero, tan<br />

pronto volvió los ojos a la figura barbada <strong>de</strong> su padre, quedó<br />

paralizado, rígido, temblando.<br />

También Minervina le miraba ahora a él, compa<strong>de</strong>cida, pero no osó<br />

dar un paso en su <strong>de</strong>fensa. Don Bernardo seguía zaran<strong>de</strong>ando al<br />

pequeño:<br />

—¿Vas a <strong>de</strong>cirme, caballerete, por qué aborreces a tu padre?<br />

La chica hizo un esfuerzo:<br />

—¡No lo atormente más! —chilló—. <strong>El</strong> niño tiene miedo <strong>de</strong> vuesa<br />

merced. ¿Por qué no prueba <strong>de</strong> comprarle un chiche?<br />

La simple pregunta <strong>de</strong> la chica <strong>de</strong>jó momentáneamente <strong>de</strong>sarmado a<br />

don Bernardo. En su breve vacilación, el niño corrió hacia ella,<br />

Minervina se arrodilló y ambos se abrazaron llorando. Don Bernardo<br />

se sentía incompetente ante las lágrimas, le daban grima las<br />

escenas melodramáticas y le repugnaban las palabras <strong>de</strong> perdón,<br />

especialmente cuando venían a disminuir la tensión <strong>de</strong> una escena

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