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El Hereje.pdf - Biblioteca Digital de Cuba

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orracho y la coz <strong>de</strong> una caballería contra una puerta <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra.<br />

Recorrió la calle <strong>de</strong> la Cuadra, nervioso y alterado, y abocó a la<br />

Estrecha. En esta vía, especialmente angosta, flanqueada por nobles<br />

palacios, la ansiedad <strong>de</strong> los caballos era más notoria. Pateaban el<br />

suelo y resoplaban en su sueño impaciente. Cipriano se embozó en el<br />

capuz. <strong>El</strong> recelo hacía más intenso el frío. En la encrucijada dobló a<br />

mano <strong>de</strong>recha. Allí se veía un poco más, veía blanquear vagamente<br />

las fachadas <strong>de</strong> las casas y, en particular, la negrura <strong>de</strong> los huecos.<br />

Caminaba casi por el centro <strong>de</strong> la calle, a la izquierda <strong>de</strong> la<br />

alcantarilla, y el imperceptible eco <strong>de</strong> sus pisadas contra los<br />

edificios le orientaba como a los murciélagos. Divisó <strong>de</strong> pronto la<br />

casa <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra que precedía a la <strong>de</strong> doña Leonor y se arrimó a las<br />

fachadas.<br />

Los golpes <strong>de</strong> su corazón, bajo el capuz, eran ahora muy rudos.<br />

Cipriano vaciló. <strong>El</strong> Doctor le había advertido: no utilice vuesa<br />

merced la aldaba; produciría <strong>de</strong>masiado escándalo. Se aproximó a<br />

la puerta pero no llamó. Únicamente dijo “Juan” dos veces, a media<br />

voz.<br />

Aunque sabía que Juan Sánchez era el encargado <strong>de</strong> recibir a los<br />

asistentes, no encontró respuesta.<br />

Sacó la mano <strong>de</strong> bajo el capuz y dio dos golpes en la puerta con los<br />

nudillos. Antes <strong>de</strong> sonar el segundo oyó la voz rasposa <strong>de</strong> Juan<br />

Sánchez, a medio tono:<br />

—Torozos —dijo.<br />

—Libertad —respondió Cipriano Salcedo.<br />

La puerta se abrió sin ruido, entró y Juan le dio las buenas noches.<br />

Juan hablaba en cuchicheos, y, sin levantar la voz, le preguntó si<br />

sabía el camino. Cipriano le invitó a quedarse en la puerta puesto<br />

que conocía la situación <strong>de</strong> la capilla, al fondo <strong>de</strong>l angosto pasillo.<br />

Mientras caminaba por él, recordó <strong>de</strong> nuevo las misteriosas palabras<br />

<strong>de</strong> Pedro Cazalla:<br />

secretismo y complicidad. Se estremeció.<br />

Doña Leonor y el Doctor Cazalla ya estaban sentados en las sillas,<br />

sobre la tarima, tras <strong>de</strong> la mesa, cubierta con un tapete morado,<br />

encarados a los ocho gran<strong>de</strong>s escañiles alineados abajo. <strong>El</strong> pequeño<br />

ventano <strong>de</strong>l fondo tenía un almohadillado sobre la contraventana<br />

para impedir que las luces y las palabras trascendieran al exterior.

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