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El Hereje.pdf - Biblioteca Digital de Cuba

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Juan Sánchez bajó la cabeza asintiendo:<br />

—Lo que vuestra eminencia or<strong>de</strong>ne —dijo.<br />

__________________________<br />

__________________________<br />

XII<br />

Oculto en el trastero, Cipriano sintió la tos banal <strong>de</strong> su esposa en la<br />

habitación contigua, se sentó en la cama y esperó unos minutos.<br />

Las criadas <strong>de</strong>bían <strong>de</strong> haberse acostado también en el piso alto,<br />

porque no se oía el menor ruido.<br />

Tampoco se movía Vicente en la habitación <strong>de</strong> los bajos, junto a las<br />

cuadras. Sentía el corazón oprimido cuando volvió a ponerse <strong>de</strong> pie.<br />

Respiró hondo. Había aceitado las bisagras para que las puertas no<br />

chirriasen. Bajó las escaleras con el candil en la mano, <strong>de</strong> puntillas,<br />

y en el zaguán lo apagó y lo <strong>de</strong>positó sobre el arca. Nunca había sido<br />

noctámbulo pero, más que la novedad, le excitaba esta noche el<br />

recuerdo <strong>de</strong> las palabras <strong>de</strong> Pedro Cazalla en Pedrosa: los<br />

conventículos para resultar eficaces han <strong>de</strong> ser clan<strong>de</strong>stinos. <strong>El</strong><br />

secretismo y la complicidad acompañaban a la reunión <strong>de</strong> esta<br />

noche, primer conciliábulo en el que Cipriano iba a participar.<br />

Secretismo y complicidad, pensó, eran una manera <strong>de</strong> traducir otras<br />

palabras más inflamables como miedo y misterio.<br />

Nadie fuera <strong>de</strong> ellos <strong>de</strong>bía conocer la existencia <strong>de</strong> estas reuniones<br />

puesto que, en caso contrario, el brazo ejecutor <strong>de</strong>l Santo Oficio<br />

caería implacable sobre el grupo.<br />

En el umbral <strong>de</strong> la puerta <strong>de</strong> la calle se santiguó. No sentía temor<br />

aunque sí alguna inquietud. La noche estaba fría pero calma.<br />

Notaba en los huesos un frío húmedo impropio <strong>de</strong> la meseta. <strong>El</strong><br />

silencio le <strong>de</strong>sconcertó, no oía otra cosa que el ruido <strong>de</strong> sus propias<br />

pisadas alertándole, las patadas <strong>de</strong> los caballos en el empedrado <strong>de</strong><br />

las cuadras, el paso lejano <strong>de</strong> una patrulla... Avanzaba casi a<br />

tientas, aunque arriba, don<strong>de</strong> las casas se acercaban, se adivinaba<br />

una difusa claridad lechosa. En alguna ventana hacían tímidos<br />

guiños los vislumbres <strong>de</strong> una lámpara, tan recogidos que su<br />

resplandor no alcanzaba a la calle. Oyó, muy lejos, la voz <strong>de</strong> un

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