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El Hereje.pdf - Biblioteca Digital de Cuba

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<strong>de</strong>pravación, sino la elegancia natural que sabía mostrar en<br />

<strong>de</strong>terminadas ocasiones.<br />

Tan orgulloso <strong>de</strong> sí mismo se encontraba don Bernardo que, incapaz<br />

<strong>de</strong> <strong>de</strong>jar en la sombra sus aventuras y la conducta salaz <strong>de</strong> la<br />

muchacha, una mañana se franqueó con su empleado Dionisio<br />

Manrique en el almacén. Dionisio acogió las confi<strong>de</strong>ncias <strong>de</strong> su<br />

patrón con la avi<strong>de</strong>z un poco resbaladiza <strong>de</strong>l mujeriego<br />

empe<strong>de</strong>rnido, pero se guardó sus objeciones sobre el particular.<br />

De este modo, don Bernardo consiguió ampliar sus horas <strong>de</strong> placer<br />

mediante el fácil recurso <strong>de</strong> explicitarlas. La mera referencia a las<br />

trastadas <strong>de</strong> Petra, que, inevitablemente, terminaban en la cama,<br />

encendían <strong>de</strong> nuevo su ardor, lo preparaban para la visita<br />

vespertina, mientras Dionisio le escuchaba con la boca abierta,<br />

babeando.<br />

Únicamente Fe<strong>de</strong>rico, el mudo <strong>de</strong> los recados, que observaba la<br />

salacidad <strong>de</strong> Manrique, se preguntaba qué se traerían entre manos<br />

aquellos dos hombres que explicara la turbiedad <strong>de</strong> sus ojos y sus<br />

torpes a<strong>de</strong>manes.<br />

En cambio, con su hermano Ignacio, con quien solía encontrarse<br />

diariamente al anochecer, Bernardo no mostraba esas confianzas. Al<br />

contrario, se esforzaba en comparecer ante él con el <strong>de</strong>coro y la<br />

respetabilidad que siempre habían adornado a la familia Salcedo.<br />

Ignacio era el espejo en que la villa castellana se miraba. Letrado,<br />

oidor <strong>de</strong> la Chancillería, terrateniente, sus títulos y propieda<strong>de</strong>s no<br />

bastaban para apartarle <strong>de</strong> los necesitados. Miembro <strong>de</strong> la Cofradía<br />

<strong>de</strong> la Misericordia, becaba anualmente a cinco huérfanos, porque<br />

entendía que ayudar a estudiar a los pobres era sencillamente<br />

instruir a Nuestro Señor. Pero no solamente entregaba al prójimo su<br />

dinero sino también su esfuerzo personal. Ignacio Salcedo, ocho<br />

años más joven que don Bernardo, <strong>de</strong> cutis rojizo y lampiño, visitaba<br />

mensualmente los hospitales, daba un día <strong>de</strong> comer a los enfermos,<br />

hacía sus camas, vaciaba las escupi<strong>de</strong>ras y durante toda una noche<br />

cuidaba <strong>de</strong> ellos. Por añadidura, don Ignacio Salcedo era el patrono<br />

mayor <strong>de</strong>l Colegio Hospital <strong>de</strong> Niños Expósitos, que gozaba <strong>de</strong><br />

prestigio en la villa y se sostenía con las donaciones <strong>de</strong>l vecindario.<br />

Pero, no contento con esto, con su quehacer profesional en la<br />

Chancillería y sus buenas obras, don Ignacio era el vecino mejor<br />

informado <strong>de</strong> Valladolid, no ya sobre los nimios sucesos municipales<br />

sino <strong>de</strong> los acontecimientos nacionales y extranjeros. Las noticias<br />

últimamente eran tan abundantes que don Bernardo Salcedo cada

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