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El Hereje.pdf - Biblioteca Digital de Cuba

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—Y ¿doctorarte en Leyes?<br />

Tienes buena cabeza, dominas la sintaxis latina, escribes <strong>de</strong> corrido<br />

el romance... Podrías ser un buen letrado el día <strong>de</strong> mañana. Tu<br />

padre te <strong>de</strong>jará una fortuna importante y tuyo será también lo que<br />

hoy es mío. Pero al dinero hay que ennoblecerlo. <strong>El</strong> dinero en sí no<br />

tiene importancia y menos aún si no se <strong>de</strong>be a tu esfuerzo.<br />

Habían salido <strong>de</strong> la Puerta <strong>de</strong>l Campo y <strong>de</strong>scendían hacia el nuevo<br />

barrio <strong>de</strong> las Tenerías, al fondo <strong>de</strong>l cual estaba el colegio. Olía<br />

fuerte a cuero y tinturas y, entre la muralla y el barrio, se veía<br />

correr al Pisuerga en ejarbe. Cipriano levantó los ojos y contempló la<br />

piel rojiza, lampiña, <strong>de</strong> su tío Ignacio, su mirada insegura, pero fija<br />

en él.<br />

—No sé —dijo al fin—. Falta mucho tiempo. Tendré que pensarlo.<br />

—Eso está bien. No es bueno precipitarse pero <strong>de</strong>bes ir<br />

reflexionando. Dos años pasan enseguida, antes <strong>de</strong> que lo que tú<br />

piensas, y para entonces sería conveniente que hubieras tomado una<br />

<strong>de</strong>terminación.<br />

Doblaron la última esquina y don Ignacio se precipitó:<br />

—Una cosa voy a rogarte, Cipriano: que tu padre no se entere <strong>de</strong><br />

nuestro encuentro ni <strong>de</strong> nuestra conversación. Él no <strong>de</strong>be saber nada<br />

<strong>de</strong> esto. ¿Te escribe?<br />

—No —dijo Cipriano.<br />

Don Ignacio vaciló al <strong>de</strong>spedirse. No era ya un niño para besarle y<br />

a<strong>de</strong>más él era para el muchacho casi, casi un <strong>de</strong>sconocido.<br />

Le tomó por los hombros, se inclinó ligeramente, luego se en<strong>de</strong>rezó,<br />

le soltó y le tendió su mano anillada. Lo había pensado mejor:<br />

—Adiós, Cipriano —dijo—. Sigue estudiando. Aprovecha las<br />

enseñanzas <strong>de</strong> don Lucio, es un gran maestro. Nunca te arrepentirás<br />

<strong>de</strong> haberlo hecho.<br />

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