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El Hereje.pdf - Biblioteca Digital de Cuba

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esumen <strong>de</strong> lo tratado a fin <strong>de</strong> que no quedase <strong>de</strong>scolgado. Para<br />

mayor seguridad, <strong>de</strong>bía acompañar a su mujer a sus prácticas<br />

religiosas y hacer lo que viese que ella hacía. <strong>El</strong> joyero volvió a<br />

llorar; le repugnaba caer en el “nico<strong>de</strong>mismo”, fingir creer en lo que<br />

no creía, pero Cipriano Salcedo le dijo que todos, en mayor o menor<br />

medida, lo practicaban, que él mismo asistía a misa los días<br />

festivos, porque, en tiempos <strong>de</strong> persecución, la mejor <strong>de</strong>fensa era el<br />

disimulo, cuando no la doblez.<br />

Siete días antes <strong>de</strong> Navidad, súbitamente, falleció doña Leonor.<br />

Por la mañana había sentido un vago tremor <strong>de</strong> corazón y, <strong>de</strong>spués<br />

<strong>de</strong> comer, quedó muerta en la mecedora sin que nadie lo advirtiera.<br />

<strong>El</strong> Doctor la encontró todavía caliente y el balancín con un leve<br />

movimiento <strong>de</strong> vaivén. Su <strong>de</strong>ceso fue la culminación <strong>de</strong> un “annus<br />

horribilis”, como lo calificó el Doctor Cazalla. Se hizo preciso<br />

preparar las honras fúnebres con la pompa que exigían la fama <strong>de</strong>l<br />

Doctor y el hecho <strong>de</strong> que la difunta tuviera tres hijos religiosos. <strong>El</strong><br />

entierro se verificó en la capilla <strong>de</strong> los Fuensaldaña, en el<br />

Monasterio <strong>de</strong> San Benito. Diez doncellas, casi niñas, acompañaron<br />

el ataúd portando cintas azules y el coro <strong>de</strong>l Colegio <strong>de</strong> los<br />

Doctrinos, fundado pocos años antes en la ciudad, entonó las<br />

letanías habituales. Cipriano Salcedo creía ver en aquellos<br />

muchachos a los antiguos Expósitos, sus compañeros <strong>de</strong> infancia, y<br />

respondía a las apelaciones al santoral con <strong>de</strong>voción y respeto: “ora<br />

pro nobis, ora pro nobis, ora pro nobis”, <strong>de</strong>cía para sí, y en el “Dies<br />

irae” <strong>de</strong> la epístola se prosternó sobre las losas <strong>de</strong>l templo y repitió<br />

la letra en voz baja, profundamente conmovido: “Solvet saeclum in<br />

favilla:<br />

teste David cum Sibylla”.<br />

La ciudad acudió en masa al sepelio <strong>de</strong> doña Leonor. La reputación<br />

<strong>de</strong>l Doctor, el hecho <strong>de</strong> que tres <strong>de</strong> los hijos <strong>de</strong> la difunta<br />

participasen en la misa funeral, removieron el sentimiento religioso<br />

<strong>de</strong>l pueblo. Y, a pesar <strong>de</strong> sus gran<strong>de</strong>s dimensiones, el templo no pudo<br />

dar acogida a todos los asistentes, muchos <strong>de</strong> los cuales quedaron a<br />

la puerta, en la explanada <strong>de</strong> acceso, <strong>de</strong>votamente, en silencio.<br />

Las voces <strong>de</strong> los doctrinos resonaban en la placita <strong>de</strong> la Rinconada y<br />

los transeúntes se santiguaban <strong>de</strong>votamente al pasar frente a la<br />

iglesia. Terminada la ceremonia, el acompañamiento se reunió en el<br />

atrio para las condolencias pero, en el momento <strong>de</strong> mayor<br />

recogimiento y emoción, una voz varonil, bien timbrada y po<strong>de</strong>rosa,<br />

estalló sobre el rumor <strong>de</strong>l gentío:

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