12.05.2013 Views

El Hereje.pdf - Biblioteca Digital de Cuba

El Hereje.pdf - Biblioteca Digital de Cuba

El Hereje.pdf - Biblioteca Digital de Cuba

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

paseaban en dirección a Toro, entre sembrados y viñedos, hasta<br />

alcanzar el camino <strong>de</strong> Zamora. O bien se acercaban a Villavendimio,<br />

en cuyos terrenos yermos y arenosos empezaba a <strong>de</strong>sarrollarse la<br />

pinada plantada por Martín Martín. En primavera, subían, <strong>de</strong> alba,<br />

con el perdigón, invariablemente a la lin<strong>de</strong> <strong>de</strong> La Gallarita.<br />

Poco a poco, Cipriano Salcedo se había ido convirtiendo en un<br />

conspicuo pajarero. Sabía i<strong>de</strong>ntificar la voz <strong>de</strong> “Antón” entre las <strong>de</strong><br />

otros machos <strong>de</strong>cidores y distinguía a la perfección los cantos <strong>de</strong><br />

llamada <strong>de</strong> los <strong>de</strong> recepción. Curtido en mil aguardos, ya no<br />

censuraba a Cazalla la sangre vertida. Vivía el duelo entre el hombre<br />

y el pájaro apasionadamente y, sumiso al cura, terminaba<br />

aceptando, tar<strong>de</strong> o temprano, todo lo que saliese <strong>de</strong> su boca.<br />

Un día <strong>de</strong>l mes <strong>de</strong> abril, cuando “Antón” emitía una llamada<br />

encendida <strong>de</strong>s<strong>de</strong> lo alto <strong>de</strong>l tanganillo, ante la terca mu<strong>de</strong>z <strong>de</strong>l<br />

campo, Pedro Cazalla le dijo brutalmente, sin preparación alguna,<br />

que no había purgatorio. Pese a estar sentado, la ru<strong>de</strong>za <strong>de</strong> Cazalla<br />

le produjo a Salcedo una extraña flaqueza en las rodillas y un<br />

vértigo en la boca <strong>de</strong>l estómago. <strong>El</strong> cura le miraba <strong>de</strong> soslayo,<br />

atentamente, pendiente <strong>de</strong> su reacción. Le vio empali<strong>de</strong>cer como el<br />

día <strong>de</strong> la sapina y buscar acomodo para sus piernas en la angostura<br />

<strong>de</strong>l tollo. Finalmente murmuró:<br />

—E... eso no puedo aceptarlo, Pedro. Forma parte <strong>de</strong> la fe <strong>de</strong> mi<br />

infancia.<br />

Estaban encerrados en el tollo, sentados en la banqueta, el uno junto<br />

al otro, Cazalla con el retaco cargado entre las piernas, ajenos<br />

ambos al comportamiento <strong>de</strong>l perdigón. Dijo Cazalla dulcemente<br />

encogiendo los hombros:<br />

—Es muy duro, Cipriano, lo comprendo, pero <strong>de</strong>bemos ser coherentes<br />

con nuestra fe. Observando los mandamientos ninguna cosa hay que<br />

no nos sea perdonada por la Pasión <strong>de</strong> Cristo.<br />

Salcedo parecía a punto <strong>de</strong> llorar, tal era su <strong>de</strong>solación:<br />

—Tiene razón vuesa paternidad —dijo al fin—, pero con esta<br />

revelación me <strong>de</strong>ja <strong>de</strong>samparado.<br />

Pedro Cazalla le puso una mano en el hombro:<br />

—<strong>El</strong> día que don Carlos <strong>de</strong> Seso me lo dijo sufrí tanto como vos. Las<br />

tinieblas me envolvían y sentí miedo. Estaba tan atribulado que<br />

pensé en <strong>de</strong>nunciar a don Carlos al Santo Oficio.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!