El Hereje.pdf - Biblioteca Digital de Cuba
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acababan <strong>de</strong> arruinarlos. Todo lo que se hiciera en favor <strong>de</strong> los<br />
medios rurales sería insuficiente.<br />
<strong>El</strong> inconveniente que apuntaba Martín Martín era irrefutable, pero<br />
los oidores <strong>de</strong> la Chancillería, los altos letrados <strong>de</strong> la Corte,<br />
disponían <strong>de</strong> recursos sobrados para dar con la solución pertinente.<br />
Por su parte, él lo hablaría con don Carlos <strong>de</strong> Seso, que ahora, en su<br />
condición <strong>de</strong> corregidor, estaría al tanto <strong>de</strong> esas cosas. Ya en casa<br />
<strong>de</strong> Cazalla, Cipriano le hizo entrega <strong>de</strong> trescientos ducados para las<br />
necesida<strong>de</strong>s más urgentes <strong>de</strong>l pueblo, incluso apuntó, <strong>de</strong> pasada, a<br />
la pavimentación, pero Pedro Cazalla adujo que en eso no podía ni<br />
pensarse, ya que las caballerías resbalaban en los adoquines y se<br />
quebraban. Se hacía inevitable pensar en otra aplicación menos<br />
arriesgada.<br />
Cipriano Salcedo entró en una fase <strong>de</strong> actividad enfebrecida. Le<br />
daba miedo la soledad. Le aterraba pensarse. No sabía estar solo ni<br />
ocioso y, aparte su quehacer habitual en el almacén y la sastrería,<br />
el resto <strong>de</strong>l día necesitaba estar ocupado, solventando otros asuntos.<br />
<strong>El</strong> tío Ignacio, que aprobaba su buena disposición <strong>de</strong> ce<strong>de</strong>r la mitad<br />
<strong>de</strong> su fortuna, le aseguró que se ocuparía <strong>de</strong>l contrato con Martín<br />
Martín. Tal como estaba organizado el mundo, tratar <strong>de</strong> doblar el<br />
salario a braceros y temporeros constituía <strong>de</strong> entrada una<br />
provocación. Pero tenía que haber una solución y la encontraría. En<br />
la Chancillería había gente conspicua dispuesta a echarle una<br />
mano. En cambio, el tema <strong>de</strong> los negocios industriales llenó <strong>de</strong> gozo<br />
a su tío. Don Ignacio Salcedo, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que se licenció, se había<br />
especializado en temas jurídicos y económicos. Leía mucho, con<br />
auténtica avi<strong>de</strong>z, no sólo sentencias y actas <strong>de</strong> jurispru<strong>de</strong>ncia, sino<br />
publicaciones y libros franceses y alemanes que le facilitaban sus<br />
amigos <strong>de</strong>l centro <strong>de</strong> Europa. Así se informó <strong>de</strong> que la organización<br />
<strong>de</strong> la producción por gremios iba convirtiéndose poco a poco en una<br />
antigualla pasada <strong>de</strong> moda. En Francia y Alemania apuntaban<br />
formas <strong>de</strong> asociación que en España todavía se <strong>de</strong>sconocían, en las<br />
que no sólo se asociaban los hombres sino también los capitales<br />
para incrementar su po<strong>de</strong>r. Incorporar Valladolid a la mo<strong>de</strong>rnidad<br />
era una <strong>de</strong> sus aspiraciones íntimas. Los gremios <strong>de</strong>caían y, cuando<br />
su sobrino le solicitó nuevas fórmulas para el comercio <strong>de</strong> la lana<br />
con Burgos y la fabricación <strong>de</strong> zamarros y ropillas aforradas, don<br />
Ignacio pensó que quizá unas comanditas pudieran servir para<br />
resolver ambas cuestiones.<br />
Tanto Dionisio Manrique como Fermín Gutiérrez <strong>de</strong>jarían <strong>de</strong> ser<br />
empleados para pasar a ser socios, valorando su trabajo como<br />
capital.