El Hereje.pdf - Biblioteca Digital de Cuba
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in<strong>de</strong>finible que a ratos se traducía en una culebrilla fría por la<br />
columna vertebral. Tenía conciencia <strong>de</strong> que se hallaba al comienzo<br />
<strong>de</strong> algo, <strong>de</strong> que había entrado a participar en una hermandad don<strong>de</strong><br />
nadie te preguntaba quién eras para socorrerte. Des<strong>de</strong> el criado<br />
Juan Sánchez a la aristócrata Ana Enríquez, todos parecían<br />
disfrutar <strong>de</strong> las mismas consi<strong>de</strong>raciones allí. Una fraternidad sin<br />
clases, se dijo. Y, en un momento <strong>de</strong> euforia cordial, pensó en la<br />
posibilidad <strong>de</strong> hacer partícipes <strong>de</strong> su felicidad a sus amigos y<br />
asalariados, Martín Martín, Dionisio Manrique, incluso a sus tíos<br />
Gabriela e Ignacio. Pensó que no se hallaba lejos <strong>de</strong>l mundo<br />
fraternal en que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> niño había soñado.<br />
En una i<strong>de</strong>alización inefable se vio, <strong>de</strong> pronto, como un apóstol<br />
propagando la buena nueva, organizando un conventículo<br />
multitudinario, tal vez en el almacén <strong>de</strong> la Ju<strong>de</strong>ría, don<strong>de</strong> pastores,<br />
curtidores, sastres, costureras, tramperos y arrieros, alabarían<br />
juntos a Nuestro Señor. Y, llegado el caso, millares <strong>de</strong> vallisoletanos<br />
se congregarían en la Plaza <strong>de</strong>l Mercado para entonar, sin oposición<br />
alguna, los salmos que ahora rezaba furtivamente doña Leonor al<br />
comenzar las asambleas.<br />
A la tar<strong>de</strong> siguiente visitó a doña Leonor y a su hijo. Sabía por Pedro<br />
Cazalla y don Carlos <strong>de</strong> Seso que en Ávila, Zamora y Toro existían<br />
pequeños grupos cristianos, satélites <strong>de</strong>l núcleo más importante <strong>de</strong><br />
Valladolid, con los que, <strong>de</strong> vez en cuando, se relacionaban Cristóbal<br />
<strong>de</strong> Padilla, criado <strong>de</strong>l marqués <strong>de</strong> Alcañices, y Juan Sánchez. Pero<br />
los movimientos <strong>de</strong> éstos, su tosco y elemental bagaje intelectual, su<br />
falta <strong>de</strong> tacto, preocupaban seriamente al Doctor. Había que tomar<br />
más en serio estos contactos y Cipriano podía ser el encargado <strong>de</strong><br />
ello. Al Doctor le satisfizo su buena disposición. Le sobraban<br />
discreción, talento y dinero para afrontar la tarea. Luego quedaba<br />
Andalucía.<br />
De Sevilla, <strong>de</strong>l grupo luterano <strong>de</strong>l sur, estaban cada vez más<br />
alejados y los cambios <strong>de</strong> impresiones, dada la vigilancia <strong>de</strong>l Santo<br />
Oficio, eran muy precarios. Los sevillanos no ignoraban que un<br />
correo interceptado a tiempo podría <strong>de</strong>smantelar simultáneamente<br />
los dos focos protestantes en unas horas.<br />
De ahí que la <strong>de</strong>sconexión entre ambos fuese casi total. Don Agustín<br />
Cazalla vio, pues, con buenos ojos el ofrecimiento <strong>de</strong> Salcedo, su<br />
disponibilidad. Cipriano podía empezar por Castilla y terminar en<br />
Andalucía. Era buen jinete y no miraba el tiempo ni el dinero.<br />
Comenzó visitando los tres conventos <strong>de</strong> la villa don<strong>de</strong> tenían<br />
a<strong>de</strong>ptos y con los que hacía meses que no se comunicaban: Santa<br />
Clara, Santa Catalina y Santa María <strong>de</strong> Belén. Portaba cartas <strong>de</strong>