El Hereje.pdf - Biblioteca Digital de Cuba
El Hereje.pdf - Biblioteca Digital de Cuba
El Hereje.pdf - Biblioteca Digital de Cuba
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
sobrenombre que a ella no parecía incomodarla. En cualquier caso,<br />
Teo se comportaba como una hembra cálida, experta, poco<br />
melindrosa.<br />
Sus ágiles manos <strong>de</strong> esquiladora jugaban un papel importante en el<br />
amor. Des<strong>de</strong> el primer día aprendió a buscarle a oscuras “la cosita”<br />
y, cuando la encontraba, prorrumpía en grititos <strong>de</strong> admiración y<br />
entusiasmo. De esta manera, como no podía ser menos, “la cosita” se<br />
erigió en eje <strong>de</strong> la vida íntima <strong>de</strong>l matrimonio. Pero una vez hallada,<br />
Cipriano asumía la parte activa <strong>de</strong> la conquista, forcejeaba por<br />
encaramarse a ella, casi inabordable, y, ya en lo alto, retozaba,<br />
perdido en la generosa orografía <strong>de</strong> Teo tan dura y maciza como<br />
había colegido tras los furtivos contactos <strong>de</strong>l noviazgo. Teo se<br />
transformaba <strong>de</strong> pronto en el “Obstinado” y él, gustosamente, lo<br />
cabalgaba. Pero a su cuerpo le faltaba piel, superficie para poseerla<br />
íntegramente y, en su <strong>de</strong>fecto, también sus pequeñas manos <strong>de</strong>bían<br />
entrar en acción.<br />
<strong>El</strong>la le sentía sobre sí como un fruitivo parásito, le recibía gozosa y,<br />
en el momento culminante <strong>de</strong> la posesión, se atragantaba en un<br />
risoteo <strong>de</strong>scarado y salaz que <strong>de</strong>sconcertó a Cipriano el primer día<br />
pero que llegó a constituir, con el tiempo, la apoteosis <strong>de</strong> la fiesta<br />
carnal. Era el acompañamiento sonoro <strong>de</strong> su orgasmo.<br />
Hacer gozar a una mujer tan gran<strong>de</strong> halagaba la vanidad <strong>de</strong>l<br />
pequeño Cipriano. Y cuando ella, momentos antes <strong>de</strong>l risoteo,<br />
exclamaba en pleno paroxismo: |¡arremetes como un toro,<br />
chiquillo!|, él, que por razones obvias había <strong>de</strong>testado siempre los<br />
diminutivos, aceptaba el cálido “chiquillo” como un homenaje a la<br />
agresividad <strong>de</strong>l macho. Mas no faltaban noches en las que Teo<br />
fatigada o <strong>de</strong>sganada, permanecía pasiva en la cama, no hacía por<br />
“la cosita”, y entonces Cipriano aguardaba expectante, pero la<br />
búsqueda no llegaba a producirse, con lo que se veía obligado a<br />
tomar la iniciativa en frío y, tras unos minutos <strong>de</strong> impaciente<br />
espera, empezaba a gatear por el costado <strong>de</strong> su esposa a la<br />
conquista <strong>de</strong> las protuberancias protectoras. <strong>El</strong>la fingía soportar su<br />
asedio pero, cuando le notaba encaramado sobre ella, susurraba<br />
incitante:<br />
—¿Qué buscas, mi amor?<br />
La pregunta era la señal para que el consabido juego <strong>de</strong> cada noche<br />
comenzase, bien que por otro punto distinto. En cualquier caso, tras<br />
los reiterados actos <strong>de</strong> amor, Teo quedaba <strong>de</strong>sfallecida, el brazo<br />
izquierdo abandonado sobre la almohada, separado <strong>de</strong>l cuerpo, y<br />
Cipriano, anheloso siempre <strong>de</strong> un hueco protector, acabó