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El Hereje.pdf - Biblioteca Digital de Cuba

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directamente y le haría ver a la chica la necesidad que tenía <strong>de</strong> sus<br />

favores.<br />

Conforme a este plan, una noche <strong>de</strong> finales <strong>de</strong> septiembre, subió las<br />

escaleras <strong>de</strong>l servicio en camisón, con una lamparita y los pies<br />

<strong>de</strong>scalzos, procurando evitar los crujidos <strong>de</strong> la ma<strong>de</strong>ra y se <strong>de</strong>tuvo<br />

ante la puerta <strong>de</strong> Minervina. Los latidos <strong>de</strong> su corazón le sofocaban.<br />

La imagen <strong>de</strong> la muchacha tendida <strong>de</strong>scuidadamente en el lecho, le<br />

encalabrinaba. Abrió lentamente la puerta con la luz en la mano y,<br />

entre las sombras, distinguió al niño dormido en su cunita y a<br />

Minervina a su lado, dormida también, respirando pausadamente.<br />

Cuando él se sentó en el lecho, la chica se <strong>de</strong>spertó. Sus ojos, muy<br />

redondos, estaban sorprendidos más que indignados:<br />

—¿Qué busca vuesa merced en mi habitación a estas horas?<br />

Don Bernardo carraspeó hipócritamente:<br />

—Me pareció oír llorar al niño.<br />

Minervina se cubría el escote con el embozo <strong>de</strong> la cama:<br />

—¿Des<strong>de</strong> cuándo se preocupa vuesa merced por los llantos <strong>de</strong><br />

Cipriano?<br />

Con su mano libre, don Bernardo atrapó audazmente la <strong>de</strong> Minervina<br />

como si fuera una mariposa.<br />

—Me gustas, pequeña, no lo puedo remediar. ¿Qué hay <strong>de</strong> malo en<br />

que tú y yo pasemos un rato juntos <strong>de</strong> vez en cuando? ¿Es que no<br />

pue<strong>de</strong>s repartir tu cariño entre padre e hijo? Vivirás como una reina,<br />

Minervina; nada te va a faltar, te lo aseguro. Únicamente te pido que<br />

reserves para este pobre viudo un poco <strong>de</strong> tu calor.<br />

La chica rescató su mano prisionera. La indignación brillaba en sus<br />

ojos lilas a la luz <strong>de</strong>l candil:<br />

—Vá—ya—se—<strong>de</strong>—a—quí —le dijo mordiendo las palabras—.<br />

Márchese ahora mismo, vuesa merced. Quiero a este niño más que a<br />

mi vida pero me iré <strong>de</strong> esta casa si vuesa merced se obstina en volver<br />

a poner los pies en este cuarto.<br />

Cuando don Bernardo, con las orejas gachas, se incorporó para<br />

marcharse, el niño se <strong>de</strong>spertó asustado. Pensó que los ojos <strong>de</strong><br />

Cipriano le <strong>de</strong>senmascaraban y entonces interpuso el candil entre él<br />

y la cunita, abrió la puerta y salió al pasillo. No habían mediado

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