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El Hereje.pdf - Biblioteca Digital de Cuba

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<strong>El</strong> retaco, con el percutor <strong>de</strong> mecha, era un arma muy traicionera,<br />

dijo calmosamente, pero su amigo, el vizcaíno Juan Ibáñez, no<br />

fabricaba <strong>de</strong> momento otro tipo <strong>de</strong> escopeta más acabado.<br />

Hasta ellos llegaban los graznidos <strong>de</strong> las urracas, los pío—pío <strong>de</strong> las<br />

cogujadas, el áspero carraspeo <strong>de</strong> los cuervos. Hacía calor <strong>de</strong>ntro<br />

<strong>de</strong>l tollo. <strong>El</strong> perdigón daba vueltas sobre sí mismo y, <strong>de</strong> cuando en<br />

cuando, emitía un co—re—che fláccido, sin el empuje inicial.<br />

Él mismo se sorprendió cuando le respondió el campo. Se entabló un<br />

diálogo <strong>de</strong> poco aliento entre los dos pájaros sin <strong>de</strong>jar apenas pausa<br />

entre sus cantos. A pesar <strong>de</strong> su respuesta inapetente, uno pensaba<br />

en un macho enar<strong>de</strong>cido pues su aproximación a la jaula había sido<br />

más rápida que la <strong>de</strong> los dos anteriores. Entró en plaza con la<br />

hembra coqueteando <strong>de</strong>trás y, al parloteo confi<strong>de</strong>ncial <strong>de</strong>l perdigón<br />

enjaulado, respondió con un fiero ataque con las alas entreabiertas.<br />

Pedro Cazalla lo abatió <strong>de</strong> un tiro certero, a dos varas <strong>de</strong>l pulpitillo<br />

y, <strong>de</strong> nuevo, el perdigón pregonó su victoria estirando el cuello al<br />

límite. Cazalla se levantó sonriendo <strong>de</strong> la banqueta. Se había hecho<br />

mediodía, la hora <strong>de</strong> regresar. Colgó las dos perdices en la percha y<br />

enfundó la jaula en la sayuela cuando el macho comenzaba a<br />

alborotarse. Salcedo tomó el retaco al salir <strong>de</strong>l tollo. Miraba el arma<br />

con curiosidad y <strong>de</strong>sconfianza, pero Cazalla que iba sin sotana, con<br />

calzas abotonadas, insistió:<br />

—<strong>El</strong> retaco no es un arma bien resuelta. Mi amigo Juan Ibáñez hará<br />

algo mejor cualquier día.<br />

<strong>El</strong> sol caía <strong>de</strong> plano sobre el camino y Salcedo notaba en la frente el<br />

húmedo calor <strong>de</strong>l sombrero. Al divisar las salinas <strong>de</strong>l Cenagal,<br />

Cazalla se acercó a la primera, se sentó a la orilla, se <strong>de</strong>scalzó y<br />

metió los pies en el agua. Cuando Salcedo le imitaba, voló entre los<br />

carrizos una pareja <strong>de</strong> patos reales.<br />

—Nunca fallan —dijo Cazalla—.<br />

Siempre retozan aquí.<br />

—¿No estarán anidando?<br />

—Es tar<strong>de</strong>. <strong>El</strong> azulón es madrugador, tiene un rijo temprano.<br />

Los carrizos se quebraban a su paso y Salcedo sentía un raro placer<br />

al notar las escurriduras <strong>de</strong>l cieno entre los <strong>de</strong>dos <strong>de</strong> los pies.

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