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El Hereje.pdf - Biblioteca Digital de Cuba

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primacía intelectual, <strong>de</strong> la importancia <strong>de</strong> su jerarquía en el grupo.<br />

Aquella astenia, un poco femenina, que mostró unos meses antes,<br />

parecía no haber existido nunca. Cipriano Salcedo le había<br />

alentado. No mintió respecto a los pormenores <strong>de</strong> su viaje, pero sí<br />

exageró algunos pasajes, los adornó. Melanchton sabía <strong>de</strong> él —le<br />

dijo—; varios españoles emigrados le habían hablado <strong>de</strong> su persona<br />

y <strong>de</strong>l foco luterano que encabezaba en Valladolid. Al Doctor, estos<br />

informes le enar<strong>de</strong>cían, le imbuían seguridad. Cipriano Salcedo no<br />

reparaba en cuánto había también <strong>de</strong> fatuo en esta actitud. En<br />

realidad, el cambio <strong>de</strong>l Doctor se había operado antes <strong>de</strong> que<br />

Cipriano iniciara su viaje. Fue como si una extraña presión le<br />

impidiera respirar y, <strong>de</strong> repente, con su <strong>de</strong>cisión, alguien le hubiera<br />

quitado el obstáculo <strong>de</strong> encima. Los meses <strong>de</strong> ausencia <strong>de</strong> Salcedo<br />

no <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> pensar en él.<br />

Y los dos largos correos que le envió <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Alemania le exaltaron<br />

hasta límites increíbles, según comunicó a Cipriano a su regreso.<br />

A raíz <strong>de</strong> ellos el Doctor terminó <strong>de</strong> olvidar las zozobras sufridas<br />

tras el entierro <strong>de</strong> su madre, se creció, volvió a la antigua actividad<br />

en la secta, a sus sermones ambiguos, a los conventículos. A<br />

Cipriano le estimulaba escucharle.<br />

De nuevo se hallaban en el buen camino. <strong>El</strong> Doctor se interesaba por<br />

la vida <strong>de</strong> Cipriano, le <strong>de</strong>sconcertaba su <strong>de</strong>sprendimiento<br />

pecuniario, su largueza. Habían hablado mucho durante los últimos<br />

meses, tanto que Cipriano empezó a <strong>de</strong>scubrir en Cazalla un hombre<br />

nuevo, sobrio y santo sí, pero con una sombra <strong>de</strong> presunción en sus<br />

móviles. <strong>El</strong> Doctor se vanagloriaba <strong>de</strong> lo que era y <strong>de</strong> lo que<br />

representaba. Si sus actos hubieran sido secretos tal vez su<br />

comportamiento hubiera sido distinto. Y no es que Cipriano<br />

atribuyera doblez al Doctor, no creía que actuara buscando el<br />

aplauso, pero tampoco que fuese indiferente al elogio y la<br />

admiración.<br />

Se <strong>de</strong>svió <strong>de</strong>l camino en Quintana <strong>de</strong>l Puente. Al fondo, a la<br />

izquierda, en la falda <strong>de</strong> la colina, se iniciaba la moheda y, en los<br />

bajos, un mar <strong>de</strong> cereal, todavía fresco, cabeceaba suavemente con<br />

la brisa. En algunos puntos clareaban las cebadas y, al pie <strong>de</strong>l<br />

cerro, antes <strong>de</strong> alcanzar el monte, divisó una pequeña braña, fresca,<br />

<strong>de</strong> un ver<strong>de</strong> tierno. <strong>El</strong> agua transparente manaba en abundancia <strong>de</strong>l<br />

venero y se <strong>de</strong>rramaba por el prado. Acercó a “Pispás” y le <strong>de</strong>jó beber<br />

hasta saciarse. <strong>El</strong> agua iba borrando las espumas blancas <strong>de</strong> sus<br />

belfos mientras su lomo <strong>de</strong>jaba <strong>de</strong> temblar.

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