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El Hereje.pdf - Biblioteca Digital de Cuba

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afrenta a doña Leonor hubiera surgido <strong>de</strong> ese grupo o <strong>de</strong> otro<br />

semejante.<br />

Dos días más tar<strong>de</strong>, Cipriano encontró los bajos <strong>de</strong> la casa <strong>de</strong>l<br />

Doctor embadurnados por un sucio cartelón: “Doña Leonor a la<br />

hoguera”, <strong>de</strong>cía simplemente. Aquel letrero abyecto, escrito con<br />

pintura roja, acabó <strong>de</strong> <strong>de</strong>sequilibrar al Doctor. Convocó una reunión,<br />

en pleno día, en el oratorio <strong>de</strong> su casa. No po<strong>de</strong>mos seguir viviendo<br />

en este “ensimismado aislamiento”, dijo. Nos conocen hasta las<br />

piedras, nos vigilan, nos odian, todas las precauciones que<br />

adoptemos en lo sucesivo serán pocas. Se le veía asustado,<br />

acorralado, nervioso. Muerta su madre, <strong>de</strong> la que tanto había<br />

<strong>de</strong>pendido y que representaba el coraje, llegaba esta venganza ruin<br />

<strong>de</strong> la alta sociedad vallisoletana. Tenemos que admitir que no somos<br />

libres, añadió, que nos enfrentamos con enemigos que no dan la<br />

cara, seamos pru<strong>de</strong>ntes.<br />

A partir <strong>de</strong> ese momento quedaron suprimidos provisionalmente los<br />

conventículos y el Doctor <strong>de</strong>cidió que se sustituyeran por visitas a<br />

domicilio, don<strong>de</strong> personalmente los sectarios serían informados <strong>de</strong><br />

las noveda<strong>de</strong>s. Salcedo, por indicación <strong>de</strong>l Doctor, viajó a Toro,<br />

Zamora y Logroño para poner sobre aviso a los a<strong>de</strong>ptos.<br />

A su regreso, Cipriano encontró al Doctor aún más sumido y<br />

cogitabundo. <strong>El</strong> hecho <strong>de</strong> que la realidad <strong>de</strong>l grupo fuese conocida,<br />

o, al menos, se sospechase su existencia, le <strong>de</strong>squiciaba. Se sentía<br />

literalmente arrinconado. Cipriano permanecía con él hasta altas<br />

horas <strong>de</strong> la madrugada. <strong>El</strong> insomnio le acechaba y los julepes y el<br />

filonio romano apenas le hacían efecto. Su medrosidad le llevaba a<br />

extremos exagerados, a una pusilanimidad morbosa. Las<br />

sensaciones <strong>de</strong> persecución y aislamiento prevalecían sobre todas<br />

las <strong>de</strong>más. Una noche emborronaron con pintura el letrero rojo <strong>de</strong> la<br />

fachada y el Doctor subió a casa más entonado, como si hubiese<br />

borrado con él los malos pensamientos <strong>de</strong> la conciencia <strong>de</strong>l<br />

responsable. Con Cipriano se <strong>de</strong>sahogaba, era su paño <strong>de</strong> lágrimas:<br />

el Reformador al menos sabía <strong>de</strong> nuestra existencia, nos animaba,<br />

<strong>de</strong>cía. Muerto Lutero, <strong>de</strong>sconectados <strong>de</strong>l foco sevillano, el Doctor no<br />

veía futuro para la causa. Mas Cipriano iba advirtiendo que un día<br />

pensaba una cosa y mañana la contraria, se mostraba irresoluto,<br />

mudadizo, como atollado. En una ocasión organizaron un viaje a<br />

Sevilla pero ocho días antes el Doctor <strong>de</strong>sistió <strong>de</strong> él. ¿Qué iban a<br />

hacer en Sevilla? ¿Acaso estaban mejor informados los andaluces<br />

que ellos? Procedía ir más allá, más lejos, a la madre. ¿Sería capaz<br />

Cipriano <strong>de</strong> viajar a Alemania por el grupo? A Salcedo no le<br />

sorprendió la pregunta, llevaba meses esperándola. Estaba

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