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El Hereje.pdf - Biblioteca Digital de Cuba

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pe... pero ¿usted tiene tanta autoridad como para dar ór<strong>de</strong>nes a su<br />

rentero? Me conce<strong>de</strong> esa licencia —aclaró el señor Salcedo—: me<br />

ce<strong>de</strong> el po<strong>de</strong>r espontáneamente porque él no entien<strong>de</strong> <strong>de</strong> papeles.<br />

Don Bernardo se <strong>de</strong>jaba envolver con gusto en la vieja rutina.<br />

Acudía diariamente a la taberna <strong>de</strong> la calle Orates, junto a la casa<br />

<strong>de</strong> locos, o a cualquier otra don<strong>de</strong> apareciera una rama ver<strong>de</strong> en el<br />

rótulo <strong>de</strong>l establecimiento. Era significativo porque, sin ponerse <strong>de</strong><br />

acuerdo, los amigotes siempre coincidían en la cantina que abría<br />

cuba o pellejo ese día. De ordinario eran vinos que habían entrado<br />

en la villa por la puerta <strong>de</strong>l Puente Mayor o la <strong>de</strong> Santiesteban,<br />

antes <strong>de</strong> cumplirse los cinco meses <strong>de</strong> la vendimia como era<br />

preceptivo, e inscritos en el registro <strong>de</strong> entradas para saber a cuánto<br />

ascendía el consumo. Los tintos solían ser flacos, a medio hacer y<br />

poco cotizados, pero el buen catador siempre esperaba la sorpresa.<br />

Tras probarlo, como buenos <strong>de</strong>gustadores, comentaban las virtu<strong>de</strong>s y<br />

<strong>de</strong>fectos <strong>de</strong>l nuevo mosto. Y, <strong>de</strong> cuando en cuando, reaparecía otro<br />

amigote, menos asiduo que los <strong>de</strong>más, que había oído algo <strong>de</strong> la<br />

enfermedad <strong>de</strong> don Bernardo y le preguntaba por su<br />

restablecimiento. Y Salcedo, que consi<strong>de</strong>raba su respuesta una <strong>de</strong><br />

las más ingeniosas <strong>de</strong> los últimos tiempos, se echaba a reír y<br />

respondía: un correo urgente <strong>de</strong> Burgos me sanó, aunque vuesa<br />

merced no lo crea. Y el amigote reía con él, y le palmeaba<br />

fervorosamente la espalda porque el nuevo vino tenía una<br />

graduación más alta <strong>de</strong> la esperada y con cuatro vasos se nublaba<br />

la inteligencia.<br />

A las dos, don Bernardo se retiraba a casa con el buen humor que le<br />

proporcionaba la taberna <strong>de</strong> Garabito. Mo<strong>de</strong>sta, mientras le servía la<br />

comida, solía hacerse lenguas sobre las nuevas gracias <strong>de</strong>l niño.<br />

<strong>El</strong>la no entendía que un padre pudiera mostrarse indiferente ante<br />

los progresos <strong>de</strong> su propio hijo, pero lo cierto es que Salcedo apenas<br />

la escuchaba y se preguntaba mil veces qué era lo que, en el fondo<br />

<strong>de</strong> sí mismo, sentía por aquella criatura. De regreso <strong>de</strong> Pedrosa, don<br />

Bernardo imaginó que sus sentimientos hacia el pequeño oscilaban<br />

entre la atracción y el rechazo. Algunas tar<strong>de</strong>s, sin embargo, subía a<br />

las buhardillas y, al ver a su hijo, reconocía que nunca sintió amor<br />

por él, a lo sumo mera curiosidad <strong>de</strong> zoólogo. Entonces podía<br />

pasarse siete días sin volver por el piso alto. Al cabo <strong>de</strong> una semana<br />

tornaba a sentir esa vaga atracción, que únicamente existía en su<br />

imaginación, y se presentaba en las buhardillas por sorpresa.<br />

Minervina planchaba o cambiaba los pañales al niño, acompañando<br />

su acción <strong>de</strong> canciones a media voz o palabras cariñosas.

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