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El Hereje.pdf - Biblioteca Digital de Cuba

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—Vas con otros veinte —dijo al fin.<br />

Sonreía Cipriano para aliviar la tirantez <strong>de</strong> la conversación, para<br />

dar a su tío la sensación <strong>de</strong> que la noticia no le había sorprendido,<br />

ni le asustaba; <strong>de</strong> que no esperaba otra cosa:<br />

—¿Sería indiscreto preguntarle a vuesa merced quiénes son esos<br />

veinte?<br />

Don Ignacio sonrió:<br />

—Ese pequeño favor puedo hacértelo —dijo—. Anota: los Cazalla,<br />

incluida su hermana Beatriz y los restos <strong>de</strong> doña Leonor, fray<br />

Domingo <strong>de</strong> Rojas, don Carlos <strong>de</strong> Seso, Juan García, tres mujeres <strong>de</strong><br />

Pedrosa, el bachiller Herrezuelo, Juan Sánchez... ¿quién más?<br />

—Es suficiente, tío.<br />

—En todo caso, la lista no es <strong>de</strong>finitiva. Esta noche os visitará un<br />

confesor y mañana, en el auto, aún tendréis oportunidad <strong>de</strong> cambiar<br />

vuestra suerte: la hoguera por el garrote. ¡Ah, otra cosa!, los restos<br />

<strong>de</strong> doña Leonor <strong>de</strong> Vivero serán <strong>de</strong>senterrados y el solar <strong>de</strong> su casa<br />

sembrado <strong>de</strong> sal para escarmiento <strong>de</strong> las generaciones futuras.<br />

Don Ignacio Salcedo parecía más sosegado. Ahora cargaba el énfasis<br />

en lo anecdótico, tratando <strong>de</strong> <strong>de</strong>sviar la cabeza <strong>de</strong> Cipriano <strong>de</strong> la<br />

i<strong>de</strong>a fundamental. Pero Cipriano no pensaba en sí mismo. Titubeó.<br />

En su vacilación perdió <strong>de</strong> vista el rostro <strong>de</strong> su tío y hubo <strong>de</strong><br />

acomodar <strong>de</strong> nuevo la cabeza para volver a apresarlo:<br />

—Y... y ¿qué será <strong>de</strong> doña Ana Enríquez? —preguntó con un hilo <strong>de</strong><br />

voz.<br />

—Quedará libre tras una pena leve, unos días <strong>de</strong> ayuno, no recuerdo<br />

cuántos. Es una criatura <strong>de</strong>masiado bella para quemarla.<br />

Cipriano pensó que retener más tiempo a su tío suponía prolongar su<br />

suplicio. Se puso en pie tambaleándose. Su tío tenía razón: Ana<br />

Enríquez era <strong>de</strong>masiado hermosa para quemarla. A<strong>de</strong>más había sido<br />

engañada, era excesivamente joven cuando Beatriz Cazalla y fray<br />

Domingo la pervirtieron. Sonaba el martilleo <strong>de</strong> los carpinteros en la<br />

plaza, un golpeteo ininterrumpido, enloquecedor. Su tío también se<br />

había incorporado y le tomó <strong>de</strong> las manos con aprensión, como a un<br />

ciego.

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