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El Hereje.pdf - Biblioteca Digital de Cuba

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—Si mi hijo fuera tan malo como vos, yo mismo apilaría la leña para<br />

quemarlo.<br />

Más por sus modales que por sus palabras, que no alcanzaron los<br />

oídos <strong>de</strong> la mayoría, el pueblo, que <strong>de</strong>spreciaba la dignidad, abucheó<br />

al preso, le afrentó, en tanto los inquisidores, poco amigos <strong>de</strong><br />

apostillas y comentarios, le retiraban y reforzaban la guardia <strong>de</strong><br />

alabar<strong>de</strong>ros ante el palco real para impedir otros excesos. Los<br />

relatores continuaban <strong>de</strong>sgranando nombres y penas, pero el pueblo,<br />

que ya había cogido gusto a los números fuera <strong>de</strong> programa, <strong>de</strong>jó <strong>de</strong><br />

prestar atención, aplanado por el tedio y la ar<strong>de</strong>ntía.<br />

Seguidamente, con un sol cada vez más vivo <strong>de</strong>splomándose sobre la<br />

plaza, el obispo <strong>de</strong> Palencia procedió a <strong>de</strong>gradar a los clérigos<br />

con<strong>de</strong>nados, lo que <strong>de</strong> nuevo <strong>de</strong>spertó expectación en la masa. Ante<br />

el palco <strong>de</strong> Su Majestad, el obispo, revestido <strong>de</strong> sobrepelliz, estola y<br />

capa pluvial, y tocado <strong>de</strong> mitra blanca, se aproximó a los cinco reos<br />

arrodillados, cubiertos <strong>de</strong> casullas <strong>de</strong> terciopelo negro, con cálices y<br />

patenas en las manos como si fueran a <strong>de</strong>cir misa, y, uno a uno, los<br />

fue <strong>de</strong>spojando <strong>de</strong> ellos, sustituyendo sus ornamentos por<br />

sambenitos <strong>de</strong> llamas y diablos, mientras <strong>de</strong>cía:<br />

—Por la potestad que me da la Santa Iglesia, borro los signos <strong>de</strong> tu<br />

condición sacerdotal que has <strong>de</strong>shonrado con el <strong>de</strong>lito <strong>de</strong> herejía.<br />

Luego procedió a raerles la boca, los <strong>de</strong>dos y las palmas <strong>de</strong> las<br />

manos con un paño húmedo y or<strong>de</strong>nó al barbero que les afeitara la<br />

cabeza para colocar sobre ellas las corozas. De rodillas como estaba,<br />

pálido, flaco y <strong>de</strong>saseado, con el capirote por sombrero, el doctor<br />

Cazalla, sacando fuerzas <strong>de</strong> flaqueza, gritó <strong>de</strong> pronto por tres veces:<br />

—¡Bendito sea Dios, bendito sea Dios, bendito sea Dios! —Y como un<br />

alguacil se le acercara y le empujara hacia el tabladillo, el Doctor,<br />

llorando y moqueando, continuó gritando:<br />

—¡Óiganme los cielos y los hombres, alégrese Nuestro Señor y todos<br />

sean testigos <strong>de</strong> que yo, pecador arrepentido, vuelvo a Dios y<br />

prometo morir en su fe, ya que me ha hecho la merced <strong>de</strong> mostrarme<br />

el camino verda<strong>de</strong>ro!<br />

Las palabras y lágrimas <strong>de</strong>l Doctor produjeron en el auditorio dos<br />

reacciones distintas: los más sensibles sollozaban con él, mientras<br />

que los más duros, <strong>de</strong> pie en las gradas, encolerizados, le insultaban<br />

llamándole leproso, y alumbrado. Cuando la reacción amainó, el<br />

obispo <strong>de</strong> Palencia se encaramó <strong>de</strong> nuevo en el púlpito <strong>de</strong>s<strong>de</strong> don<strong>de</strong><br />

había predicado y dijo que, leídas las ejecutorias, <strong>de</strong>gradados los

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