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El Hereje.pdf - Biblioteca Digital de Cuba

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<strong>El</strong> nuevo caballo era un bridón con estilo, cuya arrogancia se<br />

mostraba especialmente en el galope. No era <strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego “Pispás”<br />

pero tampoco “Cansino”; esta vez había ganado en el cambio.<br />

Cabalgó toda la noche y al amanecer se internó en un sardón <strong>de</strong><br />

roble a un par <strong>de</strong> leguas <strong>de</strong> Pamplona. <strong>El</strong> fin <strong>de</strong> su viaje estaba a la<br />

vista y pensó que, al día siguiente, tendría que esperar al crepúsculo<br />

para entrar en Cilveti y entrevistarse con Echarren.<br />

Cuando le asaltó el pensamiento <strong>de</strong> sus hermanos en Valladolid tuvo<br />

clara conciencia <strong>de</strong> que Padilla había hablado. Cipriano, tras varias<br />

experiencias al respecto, creía en la transmisión <strong>de</strong> pensamiento. La<br />

redada ha comenzado, se dijo. Trató <strong>de</strong> imaginar quiénes habrían<br />

intentado escapar y, al momento, pensó en don Carlos <strong>de</strong> Seso como<br />

seguro. Don Carlos podía estar ya en Francia, pero ¿quién más? Del<br />

cura Alonso Pérez presumía que no y tampoco <strong>de</strong> los Cazalla: don<br />

Agustín estaba <strong>de</strong>masiado entregado y a Pedro le consi<strong>de</strong>raba<br />

incapaz <strong>de</strong> correr una aventura semejante. ¿Quién, entonces?<br />

Desconocía los arrestos <strong>de</strong> los Rojas, fray Domingo y su sobrino Luis,<br />

y <strong>de</strong>scartaba al joyero Juan García, excesivamente pusilánime.<br />

¿Pedro Sarmiento tal vez?<br />

¿<strong>El</strong> bachiller Herrezuelo? De nuevo le vino a la cabeza la figura <strong>de</strong><br />

Ana Enríquez. Podría haber huido con él. Quizá en ese momento el<br />

alguacil <strong>de</strong> la Inquisición estuviera <strong>de</strong>teniéndola en la finca <strong>de</strong> La<br />

Confluencia. Ana no era una mujer para ingresar en la cárcel<br />

secreta <strong>de</strong> Pedro Barrueco, aquel caseretón <strong>de</strong>startalado y lóbrego<br />

que imponía con sólo mirarlo. En cualquier caso, la cárcel secreta<br />

resultaría insuficiente para albergar a los presuntos sesenta herejes<br />

<strong>de</strong> la villa. La ley imponía el aislamiento <strong>de</strong> los reos, pero la cárcel<br />

<strong>de</strong> la calle Pedro Barrueco no disponía <strong>de</strong> sesenta celdas<br />

individuales. ¿Qué <strong>de</strong>terminación tomaría el Santo Oficio? Hacía<br />

tiempo había comenzado la construcción <strong>de</strong> una nueva Casa <strong>de</strong> la<br />

Inquisición frente a la iglesia <strong>de</strong> San Pedro, pero por mucho que se<br />

acelerasen las obras no podrían terminar antes <strong>de</strong> un año.<br />

Posiblemente los encerrasen por parejas o por grupos poco afines.<br />

Las autorida<strong>de</strong>s inquisitoriales, por gran<strong>de</strong> que fuese su po<strong>de</strong>r, no<br />

conseguirían esta vez la total incomunicación <strong>de</strong> los presos. <strong>El</strong><br />

recuerdo <strong>de</strong> Ana Enríquez le indujo a acariciarse la mejilla<br />

izquierda. Después <strong>de</strong> tres días <strong>de</strong> viaje su barba había crecido pero<br />

aún creía notar la huella <strong>de</strong> sus labios. ¿Qué había querido <strong>de</strong>cirle<br />

al darle la paz en el rostro? ¿Tal vez que le esperaba? ¿Manifestarle<br />

su alegría ante su <strong>de</strong>cisión <strong>de</strong> huir? ¿Una simple prueba <strong>de</strong><br />

fraternidad? Dio media vuelta entre la hojarasca y vio al caballo<br />

saltar con las manos trincadas. No le venía el sueño como los días<br />

anteriores pero cerró los ojos e intentó reconciliarse con Nuestro

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