12.05.2013 Views

El Hereje.pdf - Biblioteca Digital de Cuba

El Hereje.pdf - Biblioteca Digital de Cuba

El Hereje.pdf - Biblioteca Digital de Cuba

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

escogido, un tanto a ciegas, como confesor tras la triste separación<br />

<strong>de</strong> Minervina, hacía más <strong>de</strong> quince años:<br />

—P... padre, he tocado el cuerpo <strong>de</strong> una mujer y he sentido placer.<br />

—¿Cuántas veces, hijo, cuántas veces?<br />

—Una sola vez, padre, pero no sé si hubo voluntad por mi parte.<br />

—¿Es que no sabes siquiera si obraste <strong>de</strong>liberadamente o no?<br />

—Fue una cuestión <strong>de</strong> segundos, padre. Yo le daba impulso en un<br />

columpio y mi mano resbaló o yo hice que resbalase. No salgo <strong>de</strong> mi<br />

duda. Ése es el problema.<br />

—¿En un columpio? ¿Quieres <strong>de</strong>cir, hijo, que la tocaste las<br />

posa<strong>de</strong>ras?<br />

—Sí, padre, exactamente las posa<strong>de</strong>ras. Así fue.<br />

En rigor su actitud no era nueva. <strong>El</strong> <strong>de</strong>sahogo económico no había<br />

hecho sino exacervar la <strong>de</strong>sconfianza en sí mismo. A pesar <strong>de</strong> los<br />

años transcurridos, seguía siendo el hombre roído por los escrúpulos<br />

y cuanto más acentuaba su vida <strong>de</strong> piedad más se recru<strong>de</strong>cían<br />

aquéllos.<br />

Había días <strong>de</strong> precepto que asistía a tres misas consecutivas<br />

agobiado por la sensación <strong>de</strong> haber estado distraído en las<br />

anteriores. Y, en una ocasión, abordó a un hombre maduro que había<br />

entrado en la iglesia <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la <strong>El</strong>evación y le hizo ver la<br />

inutilidad <strong>de</strong> su acto. Procuró advertirle con tiento para no herirlo,<br />

pero el hombre se alborotó, que quién era él para dirigir su<br />

conciencia, que no admitía intromisiones <strong>de</strong> petimetres insolentes.<br />

Entonces Cipriano Salcedo le pidió perdón, reconoció que, <strong>de</strong> no<br />

haber intervenido, se hubiera sentido responsable <strong>de</strong> su pecado y que<br />

su advertencia, aparentemente impertinente, venía inspirada en el<br />

<strong>de</strong>seo <strong>de</strong> salvar su alma. Fuera <strong>de</strong> sí, el aludido le agarró por el<br />

jubón y le zamarreó y, en el momento cumbre <strong>de</strong> su irritación,<br />

blasfemó contra Dios. Cipriano había acudido al padre Esteban<br />

<strong>de</strong>solado:<br />

—Padre, me acuso <strong>de</strong> que un hombre ha blasfemado por mi culpa.<br />

<strong>El</strong> cura le escuchó con atención y le hizo ver los límites <strong>de</strong>l<br />

apostolado, el respeto a la conciencia ajena, pero él observó que en<br />

el colegio había aprendido que no sólo <strong>de</strong>bemos esforzarnos por

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!