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El Hereje.pdf - Biblioteca Digital de Cuba

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escuchando las salmodias <strong>de</strong>l coro. Acto seguido, ya en la iglesia,<br />

asistió al funeral, y los sacristanes iniciaron el último responso:<br />

—”Libera me, Domine, <strong>de</strong> morte aeterna...” Entonces divisó a<br />

Minervina arrodillada en un banco y trató <strong>de</strong> acercarse a ella pero<br />

“el Escriba” les instaba a buscar la salida para situarse alre<strong>de</strong>dor<br />

<strong>de</strong> la fosa, don<strong>de</strong> <strong>de</strong>bían entonar la letanía <strong>de</strong> los Santos. Al<br />

concluir, Minervina ya se había marchado y “el Escriba” se acercó<br />

ceremoniosamente a él, estrechó su mano y le dijo:<br />

—En mi nombre y en el <strong>de</strong> sus compañeros le expreso nuestro más<br />

profundo sentimiento.<br />

La agitación y los quehaceres no permitieron a Cipriano reflexionar<br />

sobre su orfandad. De regreso al colegio, recibió la or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> acudir a<br />

Herrera <strong>de</strong> Duero a buscar a un grupo <strong>de</strong> refugiados.<br />

Hablaban <strong>de</strong> muertos en las huertas y las cunetas <strong>de</strong>l camino, <strong>de</strong> la<br />

falta <strong>de</strong> médicos en los pueblos, don<strong>de</strong> los enfermos eran atendidos<br />

por sanadores y barberos cuando no por los mismos convecinos. Era<br />

el pan <strong>de</strong> cada día.<br />

Habían sido tantos y tan largos los meses pasados <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que se<br />

inició la epi<strong>de</strong>mia que los vallisoletanos llegaron a pensar en la<br />

posibilidad <strong>de</strong> una peste permanente.<br />

No veían salida. Los meses transcurrían sin que los partes <strong>de</strong> los<br />

comisionados dieran una sola noticia alentadora mientras se<br />

repetían las cifras <strong>de</strong> las bajas con reiteración. Inesperadamente,<br />

iniciado el nuevo otoño, tras una pésima cosecha y un tiempo<br />

áspero, la Junta <strong>de</strong> Comisionados anunció que en el último mes<br />

únicamente habían muerto veinte personas <strong>de</strong> las dos mil<br />

hospitalizadas. En noviembre las bajas por la peste habían sido doce<br />

y cuatrocientas noventa y tres las altas dadas en los hospitales.<br />

Era como escapar <strong>de</strong> una nube tenebrosa, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> un año y medio<br />

sin ver el sol. La gente volvía a salir a la calle a respirar los aromas<br />

<strong>de</strong>l tomillo y el cantueso para ventilar sus pulmones, se acercaba al<br />

Espolón Nuevo, tornaba a conversar y a reír. ¡<strong>El</strong> milagro se había<br />

producido! Y cuando en enero las altas en los hospitales se elevaron<br />

a ochocientas cuarenta y tres y las muertes por peste se redujeron a<br />

dos, la villa estalló <strong>de</strong> júbilo, se organizaron procesiones <strong>de</strong> acción<br />

<strong>de</strong> gracias a la ermita <strong>de</strong> San Roque y el Concejo anunció para la<br />

primavera juegos <strong>de</strong> cañas y corridas <strong>de</strong> toros.<br />

La peste había terminado.

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