El Hereje.pdf - Biblioteca Digital de Cuba
El Hereje.pdf - Biblioteca Digital de Cuba
El Hereje.pdf - Biblioteca Digital de Cuba
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
gran<strong>de</strong>s familias les confiaban a sus hijos. Un preceptor suponía un<br />
casi seguro rendimiento didáctico, pero, a<strong>de</strong>más, comportaba un<br />
signo <strong>de</strong> distinción social que le aproximaba a la nobleza, el sueño<br />
oculto <strong>de</strong> don Bernardo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que tuvo uso <strong>de</strong> razón.<br />
<strong>El</strong> señor Salcedo sabía que tras las bienaventuranzas, había otro<br />
mundo intelectual más vasto y distinto que <strong>de</strong>sgraciadamente él no<br />
había conocido: vocales y consonantes, posibilidad <strong>de</strong> unión<br />
silábica, grafía y sintaxis latinas. Leer en latín y escribir en<br />
romance, se <strong>de</strong>cía secretamente, he ahí el camino. <strong>El</strong> niño ya era<br />
mayorcito y no parecía recomendable <strong>de</strong>jar su instrucción en manos<br />
<strong>de</strong> criadas y menos teniendo en cuenta su posición social. Más lejos<br />
todavía estaba el capítulo tan difamado e intocable <strong>de</strong> las tablas <strong>de</strong><br />
cálculo que, pese a las reticencias <strong>de</strong> la época, él <strong>de</strong>seaba que<br />
Cipriano aprendiera. Se hacía, pues, imprescindible un preceptor,<br />
pero ¿interno? Don Bernardo no era partidario <strong>de</strong> dar endrada en la<br />
casa a un instructor experimentado. La sola i<strong>de</strong>a le cohibía y<br />
presentía que su ignorancia, apenas evi<strong>de</strong>nte ahora para su<br />
hermano Ignacio, trascen<strong>de</strong>ría ante un ayo que compartiera con él<br />
comidas y sobremesas. Así llegó a la conclusión <strong>de</strong> contratar un<br />
preceptor <strong>de</strong> mañana que abandonaría la casa a las doce <strong>de</strong>l<br />
mediodía.<br />
La presencia <strong>de</strong> don Álvaro Cabeza <strong>de</strong> Vaca, con su sayo hasta las<br />
rodillas, bastante raído, <strong>de</strong> corte francés y sus calzas negras,<br />
ajustadas, amilanó a Cipriano y no <strong>de</strong>slumbró a don Bernardo. Fue<br />
fácil, no obstante, llegar a un acuerdo, aunque para el pequeño la<br />
i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> cambiar el piso alto por el principal y su cuartito<br />
abuhardillado por otro contiguo al <strong>de</strong> su padre, y separarse por vez<br />
primera <strong>de</strong> Minervina, representó un duro golpe.<br />
Don Álvaro, enjuto, severo, con pómulos prominentes y barba rala,<br />
marcó <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el primer día una distancia con su discípulo. Sin<br />
embargo, el niño respondía rápido, sin apenas <strong>de</strong>jarle terminar la<br />
pregunta, inteligentemente. Y mientras duró el recorrido por las<br />
trochas habituales las cosas rodaron sin novedad. Sin embargo,<br />
Cipriano, atemorizado <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el primer día, constató con espanto la<br />
inmediatez <strong>de</strong> su padre en la habitación vecina. Y cada vez que le<br />
oía carraspear o arrastrar el sillón empali<strong>de</strong>cía y quedaba inmóvil,<br />
la cabeza hueca, a la expectativa.<br />
Los diecisiete estornudos consecutivos <strong>de</strong> don Bernardo en las<br />
primeras horas <strong>de</strong> la mañana eran proverbiales. Él los daba vía libre<br />
<strong>de</strong> modo que cada uno venía a ser como una pequeña explosión, los<br />
objetos retemblaban y se conmovían los cimientos <strong>de</strong> la casa. La i<strong>de</strong>a<br />
<strong>de</strong> la proximidad <strong>de</strong> su padre terminó por imponerse a toda otra