El Hereje.pdf - Biblioteca Digital de Cuba
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<strong>de</strong> habituamiento. Pero cuando la tensión aumentó, Cipriano sintió<br />
un dolor agudísimo en axilas e ingles.<br />
Era como si una fuerza abrumadora, lenta y creciente, intentara<br />
sacar las apófisis <strong>de</strong> los huesos <strong>de</strong> sus respectivas cavida<strong>de</strong>s, un<br />
<strong>de</strong>scoyuntamiento. Pero, conforme con su vieja filosofía, se metió <strong>de</strong><br />
golpe en el dolor, lo aceptó. Creía que una vez <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> él, el dolor,<br />
por intenso que fuese, <strong>de</strong>vendría en algo ajeno, se haría más fútil y<br />
soportable. Pero, al violento dolor inicial, se fueron añadiendo otros<br />
en el espinazo, codos y rótulas, en las cabezas <strong>de</strong> músculos y<br />
nervios. Entreabrió los párpados cuando el verdugo interrumpió el<br />
suplicio para dar ocasión al inquisidor <strong>de</strong> formular <strong>de</strong> nuevo su<br />
pregunta pero, ante su silencio obstinado, aquél volvió a girar las<br />
tuercas, <strong>de</strong> forma que la suma <strong>de</strong> todos los dolores se fue<br />
convirtiendo en un único dolor, su columna dorsal se rompía, estaba<br />
siendo <strong>de</strong>scuartizado. Y la tensión <strong>de</strong> los nervios, al confluir en el<br />
cerebro, le provocaron una horrible punzadura, que gradualmente<br />
fue creciendo en intensidad, hasta alcanzar un punto insoportable.<br />
Cipriano, en ese momento, perdió el control <strong>de</strong> su voluntad, emitió<br />
un terrible alarido y su cabeza cayó sobre el pecho.<br />
Más tar<strong>de</strong>, ya en el catre, bajo las atenciones <strong>de</strong>l médico, recuperó el<br />
conocimiento, experimentó la extraña sensación <strong>de</strong> que todos los<br />
huesos <strong>de</strong> su cuerpo estaban <strong>de</strong>scoyuntados, fuera <strong>de</strong> sitio. Cada<br />
movimiento, por leve que fuera, se traducía en un sordo dolor, por lo<br />
que Salcedo extremó la inmovilidad que venía a transformar el dolor<br />
en algo más lleva<strong>de</strong>ro, una sensación <strong>de</strong> cansancio infinito.<br />
Fray Domingo mostró en los días siguientes una sensibilidad que<br />
Salcedo no sospechaba. Se sentaba en la banqueta, a la cabecera <strong>de</strong><br />
la cama, y trataba <strong>de</strong> convencerle <strong>de</strong> la sinrazón <strong>de</strong> su resistencia,<br />
<strong>de</strong> que el Santo Oficio conocía <strong>de</strong> sobra que habían sido Pedro<br />
Cazalla y don Carlos <strong>de</strong> Seso quienes le incorporaron al grupo. Le<br />
advertía que el tormento no era un recurso aislado, que en un<br />
principio lo fue, pero que la Inquisición había inventado la figura <strong>de</strong><br />
la suspensión, según la cual la tortura podía reanudarse una vez<br />
que el reo se hubiera recuperado. Entonces, <strong>de</strong>cía, ¿quién ha salido<br />
beneficiado <strong>de</strong>l silencio <strong>de</strong> vuesa merced? ¿Por qué callar?<br />
Una tar<strong>de</strong> en que Rojas insistía en estos argumentos, Cipriano le dijo<br />
con muy poca voz:<br />
—Y... y ¿no cree vuestra paternidad que el perjurio, aparte un<br />
fracaso personal, es un grave pecado?