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El Hereje.pdf - Biblioteca Digital de Cuba

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<strong>El</strong> rumor <strong>de</strong> la muchedumbre era ahora creciente y racheado como<br />

el bramido <strong>de</strong>l mar. <strong>El</strong> con<strong>de</strong>nado no parecía afectado por la<br />

sentencia.<br />

Daba la impresión <strong>de</strong> que, aun indultado, ya no sería capaz <strong>de</strong><br />

volver a la vida. Permaneció inmóvil, los párpados cerrados,<br />

apoyado en el brazo <strong>de</strong> un familiar, <strong>de</strong>sdibujado y nimio. De nuevo<br />

se incorporó el segundo familiar y, entre ambos, le izaron sobre la<br />

barandilla <strong>de</strong> la escalera y le transportaron en un vuelo a su lugar<br />

en el tablado.<br />

Sus párpados seguían cerrados pero sus ojos cobar<strong>de</strong>s estaban<br />

llenos <strong>de</strong> lágrimas. Se sentía confundido, <strong>de</strong>gradado. Dame ya la<br />

muerte, Señor, suplicó. Pero su humillación activó la curiosidad<br />

morbosa <strong>de</strong>l pueblo. Eran estos inci<strong>de</strong>ntes los que animaban la<br />

fiesta y, en realidad, no habían hecho más que empezar. Cipriano<br />

oyó llamar a fray Domingo <strong>de</strong> Rojas y envidió su fuerza, su entereza<br />

física. Dijo el relator:<br />

“Fray Domingo <strong>de</strong> Rojas”:<br />

<strong>de</strong>gradación y muerte en la hoguera.<br />

<strong>El</strong> público rebullía inquieto y expectante. Paso a paso el auto había<br />

entrado en la fase dramática que esperaba. Todavía llamaron los<br />

relatores a “Eufrosina Ríos”, con<strong>de</strong>nada a muerte en garrote y a<br />

“Catalina <strong>de</strong> Castilla”, a sambenito y cárcel perpetuos, antes <strong>de</strong> que<br />

le llegara el turno a don Carlos <strong>de</strong> Seso. <strong>El</strong> corregidor <strong>de</strong> Toro, con<br />

su voluntad indomable, subió las escaleras <strong>de</strong>l púlpito por sí mismo,<br />

laboriosamente a causa <strong>de</strong> la flaqueza <strong>de</strong> sus piernas, pero erguido<br />

y noble:<br />

“Carlos <strong>de</strong> Seso” —dijo el relator Vergara—: confiscación <strong>de</strong> bienes y<br />

muerte en la hoguera.<br />

Don Carlos hizo un a<strong>de</strong>mán <strong>de</strong> aceptación con una reverencia<br />

<strong>de</strong>ferente y simuló retirarse en compañía <strong>de</strong>l familiar, pero, una vez<br />

a la altura <strong>de</strong>l palco real, se <strong>de</strong>tuvo, se encaró con el Rey, hizo otra<br />

pequeña venia y dijo con una punta <strong>de</strong> ironía:<br />

—¿Cómo permitís, señor, este atentado contra la vida <strong>de</strong> vuestro<br />

súbdito?<br />

A lo que Su Majestad replicó pronto frunciendo el ceño:

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