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El Hereje.pdf - Biblioteca Digital de Cuba

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Eran, veinte años más tar<strong>de</strong>, las mismas palabras <strong>de</strong> don Nicasio<br />

Celemín en Santovenia. Y Cipriano, al oír la admonición <strong>de</strong>l padre<br />

Arnaldo, pensó en “el Corcel”, se olvidó <strong>de</strong>l odio hacia su padre y su<br />

mente la ocupó la soledad tremenda <strong>de</strong> su compañero. Nadie le<br />

quería. Se propuso buscar el momento apropiado, aproximarse<br />

cordialmente a él, ayudarle. Y un día, en el paseo <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>, rogó a<br />

“el Rústico” que se pusiera junto a “Tito Alba” y le <strong>de</strong>jara a “el<br />

Corcel” por compañero.<br />

—¿Qué quieres ahora? —le dijo éste al verle a su lado.<br />

—Hablar contigo, “Corcel”.<br />

Pedirte disculpas por lo <strong>de</strong>l otro día. No quise lastimarte.<br />

—Y ¿a ti qué te importo yo?<br />

¡Ya te pue<strong>de</strong>s largar!<br />

—Me importan todos los mortales, “Corcel”. Debemos ayudarnos los<br />

unos a los otros.<br />

Dos mujeres jóvenes, con sendos capachos, se cruzaron con las filas<br />

<strong>de</strong> estudiantes. “<strong>El</strong> Corcel” se fijó en ellas y giró el rostro<br />

<strong>de</strong>scaradamente para contemplarlas por <strong>de</strong>trás, sus traseros<br />

ondulantes.<br />

Después se volvió hacia Cipriano:<br />

—¿Sabes qué te digo, “Mediarroba”?<br />

—¿Qué? —dijo Cipriano, esperanzado.<br />

—Que te vayas a tomar por el culo; quiero hacerme una paja.<br />

Cipriano aminoró el paso, fue rezagándose pero aún dijo<br />

tímidamente:<br />

—Volveré a buscarte, “Corcel”. Si algún día me necesitas, llámame.<br />

A la semana siguiente la villa se llenó <strong>de</strong> curas, seculares, regulares,<br />

canónigos y obispos. <strong>El</strong> primer día llegaron cuarenta o cincuenta,<br />

ciento sesenta el segundo y, en esta proporción, llegaron a alcanzar<br />

el millar y medio. <strong>El</strong> primer encuentro <strong>de</strong> los expósitos con los<br />

clérigos durante un paseo fue sonado. Los colegiales conservaban la<br />

piadosa costumbre <strong>de</strong> besar las manos que consagraban en señal <strong>de</strong>

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