El Hereje.pdf - Biblioteca Digital de Cuba
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mezcla <strong>de</strong> estupor y curiosidad, como si fueran seres <strong>de</strong> otra raza o<br />
habitantes <strong>de</strong> otro planeta. Pero la sorpresa se hizo general cuando<br />
al ahondar la huesa que había <strong>de</strong> albergar a “la Reina <strong>de</strong>l Páramo”,<br />
el cadáver <strong>de</strong> su padre, “el Perulero”, apareció intacto en el fondo <strong>de</strong><br />
la hoya con su pelo cano y el cuerpo <strong>de</strong>snudo, sin <strong>de</strong>scomponer, el<br />
pene erecto y los ojos abiertos, inyectados y llenos <strong>de</strong> tierra. Hubo un<br />
bracero que afirmó que aquello era un prodigio, pero don Honorino,<br />
hombre probo y avisado, acalló el brote quimérico, dando <strong>de</strong> lado la<br />
incomprensible autonomía <strong>de</strong>l miembro y aludiendo a las<br />
propieda<strong>de</strong>s <strong>de</strong> algunas tierras para <strong>de</strong>morar la corrupción <strong>de</strong> los<br />
cuerpos. Concretamente en Gallosa, el pueblo don<strong>de</strong> nací, dijo,<br />
ningún cadáver se había <strong>de</strong>scompuesto antes <strong>de</strong> los cuatro años <strong>de</strong><br />
ser enterrado.<br />
Más tar<strong>de</strong>, al abandonar Peñaflor, Cipriano le dijo a su tío, en el<br />
interior <strong>de</strong>l coche, que guardaba hacia “el Perulero” un sentimiento<br />
<strong>de</strong> afecto y, el hecho <strong>de</strong> que su cuerpo permaneciese incorrupto y el<br />
sexo vivo, como si hubiese muerto con apetito, le había afectado<br />
mucho. Poco más a<strong>de</strong>lante, al atravesar el monte <strong>de</strong> La Manga,<br />
cuando Cipriano divisó la atalaya gran<strong>de</strong> y el camino rojo medio<br />
borrado por los bogales, las matas recortadas por los carboneros, y,<br />
al fondo, el tejado <strong>de</strong> pizarra <strong>de</strong> la casa, se inclinó hacia a<strong>de</strong>lante y<br />
le rogó a su criado que mo<strong>de</strong>rara la marcha. Apoyó la frente en el<br />
cristal y durante unos minutos guardó silencio, los párpados<br />
entornados, evocando sus paseos con la difunta por los claros y<br />
recovecos <strong>de</strong> aquel sardón tan familiar.<br />
Ahora, a la vista <strong>de</strong> Pedrosa, espoleó a “Pispás” en el último recodo<br />
<strong>de</strong>l camino. Los rastrojos macilentos, la tierra negra recién arada,<br />
las rodadas <strong>de</strong>l carril, le recordaron sus charlas itinerantes con<br />
Cazalla. Un apretado bando <strong>de</strong> perdices arrancó ruidosamente <strong>de</strong> la<br />
cuneta y espantó al caballo que piafó y caracoleó varias veces antes<br />
<strong>de</strong> serenarse <strong>de</strong> nuevo. Martín Martín, que le esperaba, le dijo al<br />
verle que la cosecha <strong>de</strong> uva había sido magnífica, y mezquina, en<br />
cambio, la <strong>de</strong> cereal. Sostenía el mismo criterio que su padre: el<br />
dinero estaba en la viña. Caballero en yegua trabada, el rentero le<br />
seguía a corta distancia por las diversas parcelas <strong>de</strong> la propiedad:<br />
los renuevos, los escatimosos majuelos tras las colinas, el pago <strong>de</strong><br />
Villavendimio con la pinada floreciente. De vuelta a casa, Cipriano<br />
Salcedo notificó a Martín Martín que la señora Teodomira había<br />
fallecido. Entonces se repitió la escena que treinta y siete años antes<br />
había tenido lugar en aquel mismo escenario entre los padres <strong>de</strong><br />
ambos. Martín Martín, al oír la mala nueva, se sacó el sombrero <strong>de</strong><br />
la cabeza y se santiguó: Dios le dé salud a vuesa merced para<br />
encomendar su alma, dijo.