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El Hereje.pdf - Biblioteca Digital de Cuba

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—Sí, los palos <strong>de</strong> la cruz —<strong>de</strong>cía el niño sonriendo.<br />

Cipriano interpretaba perfectamente el significado <strong>de</strong>l signo y<br />

cuando la chica le <strong>de</strong>cía que la cruz <strong>de</strong> la frente servía para<br />

ahuyentar los malos pensamientos, la <strong>de</strong> la boca para evitar las<br />

malas palabras y la <strong>de</strong>l pecho para aventar los malos <strong>de</strong>seos, lo<br />

comprendía aunque no diferenciaba aún los malos pensamientos, las<br />

malas palabras y las malas acciones <strong>de</strong> los buenos. Tras los signos<br />

<strong>de</strong>l cristiano, Minervina, siguiendo las normas <strong>de</strong> don Nicasio<br />

Celemín, que colocó el primer día una gran lápida en un paño <strong>de</strong> la<br />

iglesia que <strong>de</strong>cía |Cartilla para mostrar a leer a los mo&os|, le fue<br />

enseñando las oraciones: Padre Nuestro, Ave María, Credo y Salve.<br />

La chica las cantaba con él una y otra vez y así el niño las<br />

memorizaba con facilidad sorpren<strong>de</strong>nte. A veces el pequeño la<br />

interrumpía:<br />

—Ya estoy cansado, Mina. Vamos a jugar un poco a los soldados.<br />

Pero ella forzaba su voluntad:<br />

—Hay que hacerlo aunque no nos guste, mi tesoro. Sin la oración<br />

nadie se salva y Minervina se irá a los infiernos si no te ayuda a<br />

salvarte a ti.<br />

Repetía las muletillas <strong>de</strong> don Nicasio Celemín pero estaba<br />

completamente segura en ese momento <strong>de</strong> que si Cipriano no<br />

aprendía a orar por su culpa, el niño y ella irían a pudrirse entre<br />

las llamas <strong>de</strong>l infierno. Era una mezcla <strong>de</strong>seo—temor lo que la<br />

movía: ir al cielo, el compendio <strong>de</strong> todos los bienes, era el objetivo,<br />

mientras el infierno representaba para ella, y <strong>de</strong> paso para el niño,<br />

la pena eterna, la suma <strong>de</strong> todos los males, un peligro que había que<br />

evitar.<br />

—Y si no rezo ¿me voy a los infiernos, Mina?<br />

—Entién<strong>de</strong>me. Tienes que apren<strong>de</strong>r a distinguir lo bueno <strong>de</strong> lo malo<br />

y, una vez que lo sepas, tú eres libre para hacer lo que te plazca.<br />

<strong>El</strong> niño repetía canturreando las frases que pronunciaba Minervina,<br />

la obe<strong>de</strong>cía porque sabía que era por su bien, que le estaba salvando,<br />

que estaba haciendo por él lo máximo que una persona podía hacer<br />

por otra. Sin embargo una mañana, Cipriano, tan abstraído estaba<br />

con sus juegos, que no hubo manera <strong>de</strong> contrariarle:<br />

—Luego, Mina. Ahora no quiero rezar.

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