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El Hereje.pdf - Biblioteca Digital de Cuba

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estaba convencido. Pero le agradaba la insistencia <strong>de</strong> Ana, verla<br />

inquieta por su suerte, su empeño por ponerle a salvo. ¿Es que<br />

significaba algo para ella? Pero cuando la muchacha se levantó, le<br />

tomó <strong>de</strong> las manos y tiró <strong>de</strong> él hacia arriba, obligándole a<br />

incorporarse, Cipriano reconoció que estaba dispuesto a marcharse.<br />

Al oírlo, Ana, súbitamente, sin nada que lo anunciara, se inclinó<br />

hacia él y le besó suavemente en la mejilla. Huya, dijo con un hilo <strong>de</strong><br />

voz. No pierda un minuto más y que Nuestro Señor le acompañe.<br />

Camino <strong>de</strong> Burgos, Cipriano pensaba en ella mientras espoleaba a<br />

“Pispás”. Viajaría el tiempo que pudiera a “caballo reventado” y,<br />

cuando fuera necesario, cambiaría <strong>de</strong> montura. Lo haría<br />

furtivamente en las casas <strong>de</strong> postas y <strong>de</strong>jaría unas monedas como<br />

compensación cuando consi<strong>de</strong>rase haber ganado en el trueque.<br />

Pretendía reposar <strong>de</strong> día y cabalgar <strong>de</strong> noche.<br />

Nadie podría <strong>de</strong>cirle ya si Padilla había cantado o permanecía en<br />

silencio, pero parecía obvio que la Inquisición se <strong>de</strong>cidiría a<br />

emplazar patrullas en los caminos en cualquier momento. Se llevó la<br />

mano a la mejilla izquierda. <strong>El</strong> dulce tacto <strong>de</strong> los labios <strong>de</strong> Ana<br />

Enríquez permanecía allí, con su discreto perfume. ¿Era posible que<br />

aquella bella muchacha hubiera llegado a interesarse por él?<br />

Recordó sus votos <strong>de</strong> unos meses antes, su <strong>de</strong>cisión libre <strong>de</strong> repartir<br />

sus bienes y vivir en castidad. Al Doctor se lo había confiado una<br />

tar<strong>de</strong>, a su regreso <strong>de</strong> Alemania, en el gabinete <strong>de</strong> doña Leonor. No<br />

se precipite; vuesa merced está todavía bajo la impresión <strong>de</strong>l<br />

fallecimiento <strong>de</strong> su esposa; aún se siente responsable. Cipriano le<br />

preguntó si creía que aquel sentimiento <strong>de</strong> culpa se <strong>de</strong>svanecería<br />

algún día y el Doctor no dudó que, con el tiempo, así ocurriría y<br />

entonces se vería en la dura disyuntiva <strong>de</strong> ser fiel a su palabra o<br />

amar a una mujer. Salcedo le hizo ver que su <strong>de</strong>cisión había sido<br />

espontánea y meditada, anterior a la muerte <strong>de</strong> su esposa, que más<br />

<strong>de</strong> la mitad <strong>de</strong> sus bienes ya no le pertenecían, y que Nuestro Señor<br />

había sonreído al aceptarlo. Se apresuró a añadir que ya sabía que<br />

las obras no eran indispensables para salvarse y aclaró que, con su<br />

gesto, no buscaba la salvación sino una manera <strong>de</strong> resarcir a Teo <strong>de</strong><br />

su <strong>de</strong>sapego. <strong>El</strong> Doctor le escuchaba impasible, con la cabeza<br />

la<strong>de</strong>ada, como si el cuello fuera incapaz <strong>de</strong> sostener su peso.<br />

Hablaron un rato y Cipriano confesó ingenuamente que Nuestro<br />

Señor había bajado a su lado, complacido <strong>de</strong> su <strong>de</strong>sprendimiento. <strong>El</strong><br />

Doctor sonreía. La quimera era indicio <strong>de</strong> <strong>de</strong>bilidad mental, le<br />

advirtió; la hora <strong>de</strong> los portentos había pasado. Cipriano volvía a<br />

disfrutar <strong>de</strong> la palabra <strong>de</strong>l Doctor, un hombre lúcido, inteligente,<br />

que había logrado superar la muerte <strong>de</strong> su madre. A su regreso <strong>de</strong><br />

Alemania, le había encontrado distinto, en realidad, había<br />

encontrado a un Doctor que nunca había conocido, consciente <strong>de</strong> su

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