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El Hereje.pdf - Biblioteca Digital de Cuba

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<strong>El</strong> pueblo no podía perdonar la insignificancia <strong>de</strong> la pena, los aires<br />

<strong>de</strong> superioridad <strong>de</strong> la penitente, su rango, belleza y suficiencia.<br />

Cipriano Salcedo, la cabeza levantada, los ojos encarnizados, la<br />

miraba tembloroso. Le irritaba la reacción <strong>de</strong> la masa pero no menos<br />

la solicitud <strong>de</strong>l duque <strong>de</strong> Gandía, su aire protector, su proximidad.<br />

La vio <strong>de</strong>scen<strong>de</strong>r <strong>de</strong>l púlpito con fingida altivez, su mano <strong>de</strong>recha en<br />

la izquierda <strong>de</strong>l <strong>de</strong> Denia, recogiéndose el halda, aparentemente<br />

ajena al abucheo <strong>de</strong>l pueblo. <strong>El</strong> relator Vergara se apresuró a<br />

convocar a un nuevo con<strong>de</strong>nado intentando acallar las protestas <strong>de</strong><br />

la multitud, que, al observar ahora la mordaza <strong>de</strong> Herrezuelo, sus<br />

manos atadas a la espalda, su in<strong>de</strong>fensión, tornó a un silencio<br />

expectante:<br />

“Antonio Herrezuelo” —voceó el relator—: confiscación <strong>de</strong> bienes y<br />

muerte en la hoguera.<br />

”Juan García”: confiscación <strong>de</strong> bienes, muerte en garrote y dado a la<br />

hoguera.<br />

”Francisca <strong>de</strong> Zúñiga”: sambenito y cárcel perpetuos.<br />

”Cipriano Salcedo”:<br />

La rápida sucesión <strong>de</strong> con<strong>de</strong>nados en el pulpitillo se interrumpió <strong>de</strong><br />

pronto. Cipriano, la cabeza erguida, el latido en el párpado, fue<br />

ayudado a incorporarse por un familiar <strong>de</strong> la Inquisición. A pesar <strong>de</strong><br />

que éste le ofrecía su brazo, no acertaba a echar el paso.<br />

Las piernas entumecidas no le pesaban pero tampoco le obe<strong>de</strong>cían.<br />

Una pausa tensa se abrió en la plaza. Ante el agarrotamiento <strong>de</strong>l<br />

reo, el familiar miró al alguacil y un segundo familiar se a<strong>de</strong>lantó<br />

hasta ellos. Pasivo, ligero <strong>de</strong> peso, Cipriano Salcedo se <strong>de</strong>jó alzar <strong>de</strong>l<br />

suelo y, en volandas, fue trasladado al púlpito y allí quedó, con la<br />

coroza torcida, grotesco e inane, entre los dos familiares tocados<br />

con sus bombines <strong>de</strong> alta copa. Un sol <strong>de</strong>spiadado hería los ojos <strong>de</strong>l<br />

penitente que los cerró, apretando visiblemente los párpados. Se<br />

bamboleaba, era un hombre <strong>de</strong>struido y el rumor compasivo <strong>de</strong> la<br />

multitud iba en aumento. <strong>El</strong> relator encampanó la voz para repetir<br />

su nombre:<br />

“Cipriano Salcedo” —dijo—:<br />

confiscación <strong>de</strong> bienes y muerte en la hoguera.

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