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El Hereje.pdf - Biblioteca Digital de Cuba

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en vísperas <strong>de</strong> irse a Inglaterra con el Rey nuestro señor pero que,<br />

tan pronto regresara, procuraría escucharle y satisfacerle más<br />

particularmente. Y, antes <strong>de</strong> <strong>de</strong>spedirse, alabó <strong>de</strong> nuevo su fe y<br />

siguió sin con<strong>de</strong>nar sus palabras.<br />

Únicamente le encareció que guardase el secreto <strong>de</strong> la entrevista.<br />

Exactamente le dijo: |Mirad que esto que ha pasado aquí, aquí<br />

que<strong>de</strong> enterrado y por ninguna circunstancia lo digáis|.<br />

<strong>El</strong> interés con que escuchaba la historia apartó <strong>de</strong> momento a<br />

Salcedo <strong>de</strong>l motivo <strong>de</strong> su aflicción. Y aprovechó la pausa <strong>de</strong> Cazalla<br />

para preguntarle:<br />

—Y ¿volvieron a hablar en alguna ocasión <strong>de</strong> este negocio?<br />

Cazalla encogió los hombros.<br />

Dijo con cierta amargura:<br />

—Su paternidad aún no ha terminado con sus quehaceres.<br />

A “Antón” se le quebró en el cuello el último coreché. <strong>El</strong> pájaro se<br />

mostraba aburrido y <strong>de</strong>sanimado; el campo parecía <strong>de</strong>sierto.<br />

Cazalla se incorporó en el tollo, las manos en los riñones. Dijo,<br />

cambiando <strong>de</strong> tono:<br />

—A la caza no hay que buscarle las cosquillas. Si dice que no, es<br />

mejor <strong>de</strong>jarlo.<br />

Por la noche, en la posada, Cipriano pa<strong>de</strong>ció angustias <strong>de</strong> muerte,<br />

no consiguió dormir. Sentía su espíritu turbado, afligido.<br />

Ya en el tollo había experimentado un tirón violento, como una<br />

amputación. Ahora advertía que su mundo se había visto alterado <strong>de</strong><br />

raíz con las palabras <strong>de</strong> Cazalla. Y, entre el cúmulo <strong>de</strong> i<strong>de</strong>as que se<br />

mezclaban en su cabeza, solamente una veía clara: la necesidad <strong>de</strong><br />

modificar su pensamiento, poner todo patas arriba para luego<br />

or<strong>de</strong>nar serenamente las bases <strong>de</strong> su creencia. Se levantó antes <strong>de</strong><br />

amanecer y las primeras luces <strong>de</strong>l alba le sorprendieron en<br />

Villavieja. Ya en Valladolid, rebuscó afanosamente entre los libros.<br />

Allí estaba lo que buscaba. La frase <strong>de</strong> Melchor Cano le apaciguó<br />

momentáneamente: la intención <strong>de</strong> Carranza ha sido siempre<br />

ortodoxa, <strong>de</strong>cía. Pero don Bartolomé se i<strong>de</strong>ntificaba con Seso y <strong>de</strong><br />

ahí que no lo hubiera <strong>de</strong>nunciado. Bartolomé Carranza seguramente

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