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El Hereje.pdf - Biblioteca Digital de Cuba

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vez que recorría las calles Mantería y <strong>de</strong>l Verdugo, camino <strong>de</strong> la<br />

casa <strong>de</strong> su hermano, iba preguntándose: ¿Qué habrá sucedido hoy?<br />

¿No estaremos sentados en el cráter <strong>de</strong> un volcán?<br />

Porque don Ignacio era crudo en sus manifestaciones, nunca las<br />

atemperaba con paños calientes. De ahí que don Bernardo, aun<br />

mostrándose poco aficionado a la política, a los problemas comunes,<br />

estuviera puntualmente informado <strong>de</strong> la lamentable realidad<br />

española. La inquietud creciente <strong>de</strong> la villa, la hostilidad popular<br />

hacia los flamencos, la falta <strong>de</strong> entendimiento con el Rey, eran<br />

realida<strong>de</strong>s manifiestas, hechos que, como bolas <strong>de</strong> nieve, iban<br />

rodando, aumentando <strong>de</strong> volumen y amenazando avasallar cuanto<br />

encontraran a su paso. Hasta que una tar<strong>de</strong> <strong>de</strong> primavera una <strong>de</strong><br />

ellas reventó, por más que la voz <strong>de</strong> don Ignacio no se alterase al<br />

referir los acontecimientos:<br />

—Han matado al procurador Rodrigo <strong>de</strong> Tor<strong>de</strong>sillas en Segovia.<br />

Estaba conchabado con los flamencos. Juan Bravo se ha puesto al<br />

frente <strong>de</strong> los revoltosos y está organizando Comunida<strong>de</strong>s en las<br />

villas castellanas. Hay motines y alborotos por todas partes. <strong>El</strong><br />

car<strong>de</strong>nal Adriano quiere reunir aquí, en Valladolid, el Consejo <strong>de</strong><br />

Regencia pero el pueblo se resiste.<br />

Don Bernardo respiraba con cierta dificultad. Hacía semanas que<br />

venía notando cómo se le formaba sobre el estómago un cinturón <strong>de</strong><br />

grasa. Miraba a Ignacio como esperando <strong>de</strong> él una solución, pero su<br />

hermano no estaba por la labor.<br />

A la tar<strong>de</strong> siguiente le mostró un pasquín recogido a la puerta <strong>de</strong><br />

San Pablo: “Subsidios, no. <strong>El</strong> Rey en su casa y los flamencos a la<br />

suya”. Varios sermones en distintas iglesias <strong>de</strong> Valladolid habían<br />

girado en torno a la misma cuestión: el Rey <strong>de</strong>bía permanecer en<br />

España y los flamencos marcharse a su país; las villas <strong>de</strong>berían<br />

seguir entendiéndose directamente con el Rey, sin la mediación <strong>de</strong><br />

curas y nobles. Son exigencias muy duras. ¿Te das cuenta,<br />

hermano? —<strong>de</strong>cía don Ignacio.<br />

En veinticuatro horas las noveda<strong>de</strong>s <strong>de</strong>jaban <strong>de</strong> serlo y don<br />

Bernardo y don Ignacio volvían a encontrarse en la casa <strong>de</strong>l<br />

segundo:<br />

—Los realistas han incendiado Medina. En la Plaza <strong>de</strong>l Mercado la<br />

gente andaba esta mañana amotinada al grito <strong>de</strong> “¡Viva la libertad!”<br />

Hay algún noble entre ellos pero la mayor parte son letrados,<br />

burgueses e intelectuales. Al pueblo, como <strong>de</strong> costumbre, no se le ha

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