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El Hereje.pdf - Biblioteca Digital de Cuba

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Cipriano tuvo que transigir y, en lo sucesivo, cada vez que salían <strong>de</strong><br />

paseo a caballo, lo hacían por trayectos diferentes y, si se trataba<br />

<strong>de</strong> visitar a don Segundo, Teo le esperaba con su caballo manchado<br />

en la ribera opuesta <strong>de</strong>l Puente Mayor, don<strong>de</strong> se reunían. Bastaron<br />

unas semanas para que Cipriano advirtiera una cosa importante:<br />

había or<strong>de</strong>nado su vida al margen <strong>de</strong> la indolencia <strong>de</strong> Teo y <strong>de</strong> los<br />

accesos <strong>de</strong> humor colérico que empezaba a observar en su conducta.<br />

Mas como los viajes a La Manga no eran frecuentes, Cipriano pudo<br />

<strong>de</strong>dicar las mañanas al almacén y las tar<strong>de</strong>s al taller, mientras en<br />

casa ocupaba el tiempo libre en contestar el correo y la lectura.<br />

Apenas lo había hecho a raíz <strong>de</strong> abandonar el colegio, cuando<br />

tropezó con la gran biblioteca <strong>de</strong> su tío, pero ahora, ya instalado en<br />

el hogar, había vuelto a la vieja costumbre. Después <strong>de</strong>l viaje nupcial<br />

por Ávila y Segovia, ciuda<strong>de</strong>s que Teo <strong>de</strong>sconocía, a Cipriano empezó<br />

a urgirle la visita a Pedrosa por don<strong>de</strong> hacía dos años que no<br />

pisaba. Martín Martín apenas le había facilitado algunas noveda<strong>de</strong>s<br />

en Peñaflor, el día <strong>de</strong> la boda, tal que don Domingo, el viejo párroco<br />

que le ayudara a conseguir el título <strong>de</strong> hidalgo, había fallecido y que<br />

los pagos <strong>de</strong>l arroyo <strong>de</strong> Villavendimio, que había incorporado a su<br />

finca para reforzar la solicitud, daban más cardos que uvas. Al<br />

parecer la cosecha presente entraba en los niveles <strong>de</strong> normalidad<br />

pero, así y todo, las rentas <strong>de</strong> los dos últimos años no había sido<br />

fácil cobrarlas. Y, guiado por la máxima <strong>de</strong> que el ojo <strong>de</strong>l amo<br />

engorda al caballo, Cipriano había <strong>de</strong>cidido visitar Pedrosa con<br />

asiduidad.<br />

En el aspecto sexual, su matrimonio funcionaba. La evi<strong>de</strong>nte pereza<br />

<strong>de</strong> Teo no le afectaba. Nunca trató <strong>de</strong> comprar una criada ya que<br />

Crisanta y Jacoba se bastaban para aten<strong>de</strong>r el cuerpo <strong>de</strong> casa y<br />

Fi<strong>de</strong>la cumplía con su obligación en la cocina. Teo había llegado,<br />

pues, a la Corre<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> San Pablo 5 como una señora. Otra cosa era<br />

que su vida conyugal se mantuviera alejada <strong>de</strong> la impaciencia y el<br />

rijo propios <strong>de</strong> los nuevos esposos. Al <strong>de</strong>cir <strong>de</strong> Crisanta, la doncella,<br />

daba la impresión <strong>de</strong> que el amo y la señora Teo llevaban doce años<br />

casados. Pero esto, que era cierto <strong>de</strong> puertas afuera, <strong>de</strong> puertas<br />

a<strong>de</strong>ntro no se ajustaba a la verdad. Cipriano, al tiempo que el amor<br />

carnal, iba <strong>de</strong>scubriendo en Teo sorpren<strong>de</strong>ntes peculiarida<strong>de</strong>s, como<br />

la absoluta falta <strong>de</strong> vello <strong>de</strong> su cuerpo. Las carnes blancas, prietas y<br />

apetecibles <strong>de</strong> su esposa eran totalmente lampiñas y el pelo no<br />

aparecía ni en aquellas zonas que parecían exigirlo: las axilas y el<br />

pubis. La primera vez que la vio <strong>de</strong>snuda a duras penas pudo<br />

dominar su perplejidad, pero este hecho que, en principio, le<br />

sorprendió se fue convirtiendo con el tiempo en un nuevo aliciente.<br />

Poseer a Teo, se <strong>de</strong>cía, era como poseer a una Venus <strong>de</strong> mármol llena<br />

<strong>de</strong> agua caliente. Porque Teo podía ser blanca y robusta pero no fría.<br />

En sus juegos lascivos él la llamaba “Mi Estatua Apasionada”,

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