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El Hereje.pdf - Biblioteca Digital de Cuba

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Cipriano, en un movimiento instintivo, había arrastrado a Juan<br />

Sánchez contra un muro <strong>de</strong> piedra y ahora veían caer ante ellos<br />

cortinas <strong>de</strong> agua humeante. Entonces el vecindario empezó a vocear:<br />

¡Quemarlos aquí! ¡Quemarlos aquí!, cercándoles en la plaza <strong>de</strong> tal<br />

modo que los soldados tuvieron que disparar <strong>de</strong> nuevo sus<br />

arcabuces. Cayó un mozo herido en el muslo y, al ver la sangre, el<br />

pueblo se encorajinó todavía más y atacó con mayor <strong>de</strong>nuedo al<br />

piquete. Un segundo herido les convenció, segundos <strong>de</strong>spués, <strong>de</strong> la<br />

inutilidad <strong>de</strong> sus esfuerzos y la carga <strong>de</strong> los caballos <strong>de</strong> los<br />

oficiales, por último, acabó dispersándolos.<br />

En otra ocasión, próximos a Saldaña <strong>de</strong> Burgos, los mozos<br />

prendieron fuego al pajar don<strong>de</strong> dormían. Un arcabucero dio la voz<br />

<strong>de</strong> alarma y gracias a él pudieron salir in<strong>de</strong>mnes. Pero, en <strong>de</strong>rredor,<br />

y a lo largo <strong>de</strong>l camino, se quemaban peleles <strong>de</strong> paja y, a la luz <strong>de</strong><br />

las pacas incendiadas, penduleaban los espantajos colgados <strong>de</strong> las<br />

ramas <strong>de</strong> los olmos. <strong>El</strong> pueblo enar<strong>de</strong>cido exigía el auto <strong>de</strong> fe, los<br />

calificaba <strong>de</strong> luteranos, leprosos, hijos <strong>de</strong> Satanás y algunos, en<br />

plena exaltación patriótica, gritaban ¡Viva el rey! Tuvieron que salir<br />

<strong>de</strong>l pueblo a las tres <strong>de</strong> la madrugada y el amanecer les sorprendió<br />

en el campo. En Revilla Vallejera, cuadrillas <strong>de</strong> braceros, con sus<br />

asnos y sus botijos, segaban ya las cebadas que blanqueaban entre<br />

el amarillo tostado <strong>de</strong> los trigos. Era una estampa bucólica que<br />

contrastaba con el ruido y la furia <strong>de</strong> los campesinos. <strong>El</strong> bizco Vidal<br />

or<strong>de</strong>nó hacer a las once el alto <strong>de</strong> mediodía y el <strong>de</strong>stacamento<br />

acampó bajo una arboleda, a orillas <strong>de</strong>l Arlanzón. En un gesto <strong>de</strong><br />

humanidad, el bizco Vidal autorizó a bañarse a los presos |sin<br />

apartarse <strong>de</strong> la orilla pues con las manos atadas podrían<br />

ahogarse|. Fray Domingo no se bañó. Se sentó a la orilla <strong>de</strong>l río y<br />

<strong>de</strong>jó que la corriente acariciase sus lastimados pies, tan blancos,<br />

que las bogas acudían en pequeños bancos a mordisquear las yemas<br />

<strong>de</strong> sus <strong>de</strong>dos creyéndolos comestibles. Para Cipriano, el baño, el<br />

hecho <strong>de</strong> sentir las aguas tibias sobre la piel, fue como <strong>de</strong>spojarse<br />

<strong>de</strong>l viejo cuerpo cansado, como si la fatiga, los piojos, el calor y los<br />

nervios <strong>de</strong>l camino no hubieran existido nunca.<br />

Después <strong>de</strong> cinco semanas sin bañarse, aquello era como una<br />

resurrección. Nadaba <strong>de</strong> espaldas, impulsándose con los pies, como<br />

una rana, iba y venía, preocupado únicamente <strong>de</strong> sus guardianes, <strong>de</strong><br />

no alejarse y provocar una reacción contra él.<br />

A partir <strong>de</strong> Burgos, a medida que se iban aproximando a Valladolid,<br />

el recibimiento <strong>de</strong> los pueblos era cada vez más hostil. Gran<strong>de</strong>s<br />

hogueras, como anticipo <strong>de</strong> su suerte, humeaban al atar<strong>de</strong>cer en las<br />

parcelas segadas aprovechando las morenas y la paja seca <strong>de</strong> los<br />

rastrojos. Los campesinos mostraban una animosidad <strong>de</strong>spiadada,

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