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El Hereje.pdf - Biblioteca Digital de Cuba

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eflexión previa y, en consecuencia, el titubeo no tenía razón <strong>de</strong><br />

producirse.<br />

En clase <strong>de</strong> doctrina cantaban los rezos y las preguntas y respuestas<br />

<strong>de</strong>l catecismo hispanolatino con el mismo soniquete que empleaba<br />

Minervina, el mismo que utilizara don Nicasio Celemín, el párroco,<br />

en Santovenia veinte años atrás.<br />

De este modo, hasta los niños más romos memorizaban el catecismo<br />

que era lo que interesaba. Pero cuando don Lucio, “el Escriba”,<br />

terminó <strong>de</strong> recitar las potencias <strong>de</strong>l alma y preguntó al grupo <strong>de</strong><br />

cincuenta y siete muchachos quién sabía lo que eran las virtu<strong>de</strong>s<br />

teologales, únicamente Cipriano levantó la mano:<br />

—F... fe, esperanza y caridad —dijo.<br />

Con la doctrina, los estudios se extendían preferentemente al latín,<br />

la redacción en romance y las tablas aritméticas. Era curioso el<br />

cambio operado en Cipriano, su repentino afán por ensanchar el<br />

mundo <strong>de</strong> sus conocimientos, su <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> apren<strong>de</strong>r, <strong>de</strong> acuerdo con<br />

su naciente afición a participar en los juegos que sus compañeros<br />

disputaban en los recreos <strong>de</strong>l patio.<br />

A las dos y media, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> comer en el ruidoso refectorio en dos<br />

gran<strong>de</strong>s mesas, presididas <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la tarima por “el Escriba”, los<br />

expósitos salían <strong>de</strong> paseo acompañados por el inevitable tutor.<br />

Era un paseo higiénico, pero evi<strong>de</strong>ntemente el Consejo <strong>de</strong> Diputados<br />

que regía el colegio buscaba en aquel ejercicio colectivo algo más.<br />

”<strong>El</strong> Escriba” les hacía reparar en las escenas callejeras, en las<br />

vitrinas, en las activida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la gente <strong>de</strong>l pueblo y les formulaba<br />

preguntas, cuyas respuestas torpes o ambiguas él mismo aclaraba:<br />

—Clemencio, ¿qué quieres ser cuando salgas <strong>de</strong>l colegio?<br />

”<strong>El</strong> Corcel” no vacilaba:<br />

—Arriero —<strong>de</strong>cía.<br />

—¿Sabes distinguir una mula <strong>de</strong> una acémila?<br />

Los compañeros le soplaban: |es lo mismo|, |es lo mismo|, pero el<br />

grandullón, bien porque no les oía, bien por su afán <strong>de</strong> llevar la<br />

contraria, respondía sin vacilar:

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