El Hereje.pdf - Biblioteca Digital de Cuba
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Bilbao <strong>de</strong> la flotilla <strong>de</strong> la lana significó una advertencia liberadora.<br />
Los vellones llevaban almacenados en la Ju<strong>de</strong>ría <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el mes <strong>de</strong><br />
agosto y la lana <strong>de</strong> toda Castilla —salvo Burgos y Segovia— se<br />
pudría allí sin que él hubiera tomado ninguna <strong>de</strong>terminación.<br />
Despachó el correo <strong>de</strong> vuelta con una carta para don Néstor<br />
Maluenda pidiendo disculpas por el retraso y anunciándole que la<br />
expedición castellana partiría hacia Burgos el 2 <strong>de</strong> marzo, que<br />
harían el viaje en tres días, quemando etapas, y que él,<br />
personalmente, conduciría la caravana.<br />
A la mañana siguiente, contrató con Argimiro Rodicio cinco tiros <strong>de</strong><br />
ocho mulas cada uno y cinco gran<strong>de</strong>s plataformas para el día 2.<br />
Avisó asimismo a Dionisio Manrique y Juan Dueñas para que<br />
estuvieran preparados para el viaje.<br />
Él mismo conduciría la primera plataforma. No lo había hecho más<br />
que una vez en su vida pero ahora <strong>de</strong>bía a don Néstor Maluenda una<br />
reparación. Por otro lado intuía que conducir ocho mulas a trote<br />
largo, a punta <strong>de</strong> látigo, le produciría el <strong>de</strong>sahogo físico que<br />
precisaba. Así, en la madrugada <strong>de</strong>l día 2, una vez cargados los<br />
fardos, don Bernardo se vistió la ropa campera, con sombrero y<br />
zamarro, y cruzó el Puente Mayor capitaneando la expedición. Tras<br />
él marchaban Dionisio, el encargado <strong>de</strong>l almacén, con otra carreta<br />
<strong>de</strong> ocho mulas, otros dos carreteros blasfemos por él contratados y,<br />
cerrando filas, el fiel Juan, a quien don Bernardo Salcedo había<br />
adiestrado en los más variados oficios.<br />
Ya en el camino, lleno <strong>de</strong> charcos y <strong>de</strong> rodadas, don Bernardo<br />
fustigó a las guías con el látigo, forzando a los numerosos jinetes,<br />
arrieros y carros, que venían en dirección contraria, a apartarse<br />
asustados en las cunetas para <strong>de</strong>jarle paso franco. Las guías <strong>de</strong> la<br />
plataforma <strong>de</strong> Salcedo eran dos mulas <strong>de</strong> su propiedad, la<br />
“Alazana” y la “Morisca”, que atendían a sus voces y latigazos,<br />
sosteniendo un trote largo, más bien un galope corto que, a los que<br />
venían <strong>de</strong> frente, se les antojaba un <strong>de</strong>vastador ataque <strong>de</strong> caballería.<br />
Poco a poco, don Bernardo, <strong>de</strong> natural pacífico y sosegado, se fue<br />
encorajinando y empezó a golpear a los animales sin duelo, <strong>de</strong> forma<br />
que la salida <strong>de</strong>l sol les sorprendió en el pueblecito <strong>de</strong> Cohorcos.<br />
Cambió cuatro mulas en la venta <strong>de</strong>l Moral y otras cuatro en la<br />
Posta <strong>de</strong> Villamanco, don<strong>de</strong> durmió la segunda noche. Rufino, el<br />
ventero, viejo conocido, le atendió con su agreste amabilidad:<br />
¿Dón<strong>de</strong> va vuesa merced con estas prisas? Lleva las caballerías<br />
llenas <strong>de</strong> mataduras. Don Bernardo sonreía con una media sonrisa