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El Hereje.pdf - Biblioteca Digital de Cuba

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minutos <strong>de</strong>spués, en la bocana, junto al espigón. Isidoro Tellería y<br />

Cipriano Salcedo se habían aproximado al puente, bajo el cual<br />

impartía ór<strong>de</strong>nes el capitán. De pronto, sonó la campana <strong>de</strong>l<br />

portalón, la nave se <strong>de</strong>tuvo y un marinero <strong>de</strong>scolgó una escala por la<br />

borda, por la que ascendió el práctico que se hizo cargo <strong>de</strong>l timón.<br />

Los costados <strong>de</strong>l velero se habían erizado <strong>de</strong> remos que bogaron<br />

rítmicamente tan pronto el capitán Berger dio la or<strong>de</strong>n por el tubo<br />

acústico. <strong>El</strong> “Hamburg” avanzó hasta el ostial lentamente. <strong>El</strong><br />

capitán se aproximó a Salcedo y le señaló un hueco en los muelles<br />

<strong>de</strong>l fondo, a lo largo <strong>de</strong> los cuales se extendían los almacenes <strong>de</strong><br />

lana:<br />

—Ahí tiene vuesa merced nuestro atraca<strong>de</strong>ro —dijo.<br />

La nave se <strong>de</strong>slizaba sobre la superficie <strong>de</strong>l agua y, poco más allá,<br />

viró <strong>de</strong> nuevo a babor, colocándose paralela al muelle. <strong>El</strong> capitán<br />

Berger oteaba los alre<strong>de</strong>dores con el anteojo, dos charrúas<br />

empujaban la nave contra el atraca<strong>de</strong>ro mientras cuatro marineros<br />

arrojaban por el costado las <strong>de</strong>fensas al tiempo que <strong>de</strong>saparecían<br />

los remos <strong>de</strong> babor. En tanto amarraban la nave al bolardo, el<br />

capitán <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> mirar y sonrió a Salcedo entregándole el anteojo:<br />

—No parece que haya moros en la costa —dijo.<br />

Salcedo enfocó el anteojo a la dársena y fue recogiendo la mirada<br />

hacia los diques: los veleros <strong>de</strong>smantelados, el pueblo, una reata <strong>de</strong><br />

mulas por el camino <strong>de</strong> la playa.<br />

Al abocar al bosquecillo <strong>de</strong> hayas, su ojo retornó poco a poco por la<br />

línea <strong>de</strong> galeazas atracadas, el muelle, los almacenes y,<br />

súbitamente, lo <strong>de</strong>scubrió: un hombrecillo <strong>de</strong>smedrado ante la<br />

puerta número 2, vestido con un humil<strong>de</strong> sayo <strong>de</strong> cordilla y calzado<br />

<strong>de</strong> cuerda, que miraba sin pestañear el navío recién atracado.<br />

Sostenía dos caballos por las bridas y, <strong>de</strong>trás, atada a una argolla<br />

<strong>de</strong>l almacén, una mula pateaba el empedrado con impaciencia.<br />

Salcedo le señaló con un <strong>de</strong>do:<br />

—Ahí está —dijo sin cesar <strong>de</strong> mirar al capitán—. Ese muchacho <strong>de</strong><br />

los caballos que está a la puerta <strong>de</strong>l almacén es Vicente, mi criado.<br />

¿Podrá subir a bordo a hacerse cargo <strong>de</strong>l equipaje?<br />

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