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El Hereje.pdf - Biblioteca Digital de Cuba

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año. La Petra entró en la bañera <strong>de</strong> latón <strong>de</strong>sfallecida. Desnuda, en<br />

sus brazos, la besó antes <strong>de</strong> sentarla en el baño. A medio camino<br />

volvió a besarla aún más fuerte. Crecía la excitación <strong>de</strong> la chica, le<br />

mordía, sus brazos atenazaban su cuello.<br />

Ahora serás buena y <strong>de</strong>jarás que taita te lave bien, <strong>de</strong>cía<br />

melosamente, mientras la enjabonaba los pechos que se escurrían<br />

entre los <strong>de</strong>dos como peces. Se buscaban las bocas entre la espuma<br />

como dos locos y, en mitad <strong>de</strong> la operación, colocó a la muchacha en<br />

su regazo, sobre la gran toalla blanca, y la levantó en alto.<br />

Caminaba hacia la habitación con la preciosa carga y, cuando, ya<br />

en el lecho, le preguntó si era la primera vez que se metía en la<br />

cama con un hombre, la Petra Gregorio quedamente le respondió que<br />

sí.<br />

__________________________<br />

__________________________<br />

IV<br />

—Vivo tranquilo, sí. ¿Qué más se pue<strong>de</strong> pedir?<br />

Don Bernardo Salcedo correspondía sonriente a los amigotes<br />

rezagados <strong>de</strong> la taberna <strong>de</strong> Dámaso Garabito que todavía no le<br />

habían preguntado por su salud, a los gana<strong>de</strong>ros y corresponsales<br />

que bajaban <strong>de</strong>l Páramo y le encontraban barzoneando por la villa, o<br />

a los conocidos, habituales <strong>de</strong> las tertulias <strong>de</strong> la Plaza <strong>de</strong>l Mercado y<br />

calles adyacentes, que se acercaban a él para estrecharle la mano.<br />

Llevaba meses sin gran<strong>de</strong>s preocupaciones, razonablemente<br />

satisfecho. La Petra Gregorio, cuyo contrato estuvo a punto <strong>de</strong><br />

rescindir con la ponedora María <strong>de</strong> las Casas, había resultado una<br />

amante singular. No sólo era bella y grácil sino seductora y<br />

expeditiva.<br />

La semana <strong>de</strong> adaptación que siguió a su llegada a la ciudad, tan<br />

esquinada y difícil, había sido superada. Ahora Petra Gregorio se<br />

mostraba frívola, impúdica y servicial. Pero no era un ser<br />

aquiescente, dispuesto siempre a acatar los <strong>de</strong>seos <strong>de</strong> su protector,<br />

sino una mujer impulsiva, creadora, que a menudo gozaba tomando<br />

la iniciativa. De ahí que, aunque don Bernardo reconociera ante los<br />

amigotes que vivía tranquilo, el nido <strong>de</strong> amor que había montado<br />

para Petra en la Plaza <strong>de</strong> San Juan resultara bastante agitado. La<br />

visitaba cada tar<strong>de</strong> y raro era el día que Petra no le recibía con

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